Enero de 2022, en Portugal se anuncia la mayoría absoluta del Partido Socialista de Costa, apoyado como no por el Bloco de Esquerdas y el veterano Partido Comunista Portugués. Sin embargo, bajo los titulares siempre hay otras realidades olvidadas. Y es que estos últimos venían perdiendo escaños de forma periódica, rompiendo su racha al alza previa, desde 2019.
Quizás por su similitud con el gallego, cuando en los momentos más oscuros del 2020 medio mundo se debatía entre la histeria y el terraplanismo, sorprendía como la izquierda portuguesa tenía muy clara sus prioridades, sus preferencias sociales, y es más, incluso esos deseos y aspiraciones de la izquierda portuguesa condicionaron en gran medida el debate nacional por largo tiempo en este año. Y es que el PCP estaba realmente consternado, preocupado, nervioso, abatido… porque la situación pandémica ponía en peligro la celebración de su festival más señero.
Y es que no podía ser menos, en el país de los claveles en los fusiles de los soldados, de un PCP que se conformó con caerle bien a la gente y poco más, jugó su gran papel en un momento en el que la sanidad pública, la responsabilidad política y la gestión al servicio del pueblo brilló por su ausencia en Portugal.
En los recientes comicios presidenciales lusos nadie se explicaba como en el país de la izquierda buena y omnipresente un partido como Chega había barrido por completo todos los feudos rojos de antaño. Y es que sin ser la derecha populista más elaborada del continente, el partido de André Ventura hablaba claro en un tema: la inmigración. Con una Lisboa irreconocible, lo estraño sería que los portugueses siguiesen votando en masa al partido de las fiestas y la celebración de la derrota nazi y posteriormente de la sepultura afable del Estado Novo de Salazar. Paralelamente se dieron resultados similares en Polonia y Rumanía, donde la izquierda no estuvo y no se la espera en el futuro.
De ser la bancada liberal en la revolución francesa, a posteriormente fusionarse con entusiasmo al ala reformista del movimiento obrero, la izquierda se ha desnortado, siguiendo anclada en mantras que ya en su día no la hacían ser mayoritaria, aunque si quizás hegemónica. Y es que el caso portugués es el más evidente, ya que mientras se esgrime que existen temas «más obreros» o «más importantes» que tratar que la inmigración, estos partidos van desapareciendo y siendo barridos por aquellos que, en un sentido de progreso o reaccionario, hablan de los temas candentes para los portugueses. De esta forma el escenario a futuro más probable es que lo que antiguamente fue un sector político con una determinada ideología y militancia, ahora se convierta en un espacio identitario de ocio, que se reúne en una serie de fechas concretas para seguir celebrando las «victorias» del pasado, mientras en el fondo de sus corazones se añora de que vuelvan esos mismos enemigos del pasado que dotaban de sentido esas efemérides.