16 de agosto de 2025

El último bastión asediado: el martirio silencioso de los cristianos en Oriente Próximo

El último bastión asediado el martirio silencioso de los cristianos en Oriente Próximo
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En la tierra donde nació el cristianismo, la fe que dio forma a Europa y al mundo occidental se apaga lentamente. El Oriente Próximo, cuna de la Iglesia, vive una de las páginas más oscuras de su historia reciente: persecución, atentados, éxodo y abandono internacional.

El 22 de junio, un atentado suicida en la iglesia ortodoxa griega de Mar Elias, en Damasco, segó la vida de 22 personas y dejó más de sesenta heridos. Fue el primer ataque de este tipo en la capital siria desde el colapso del régimen de Assad, y reavivó el temor de las comunidades cristianas, ya diezmadas por años de guerra y violencia yihadista.

En Gaza, el 17 de julio, un bombardeo israelí alcanzó la única iglesia católica del enclave, la Sagrada Familia, matando a tres fieles y dejando varios heridos, entre ellos el párroco. El templo servía de refugio para unas 400 personas. La indignación llegó incluso al Vaticano y al Patriarcado Latino de Jerusalén, que denunciaron el ataque como un golpe directo contra una comunidad en peligro de extinción.

En Irak, Siria y Palestina, el éxodo cristiano se ha convertido en la norma. Familias enteras abandonan sus tierras ancestrales en busca de seguridad. En Egipto, Jordania y Líbano, la supervivencia de los cristianos depende de frágiles equilibrios políticos. En Palestina, el pueblo de Taybeh, el último íntegramente cristiano, ha sufrido ataques de colonos contra su iglesia bizantina, su cementerio y sus tierras, avivando el miedo a la desaparición total.

Lo que ocurre no son episodios aislados. Desde hace décadas se despliega un patrón de persecución, marginación y violencia contra los cristianos en Oriente Próximo. Las guerras civiles, los movimientos islamistas radicales, la presión demográfica y la geopolítica regional han convertido a estas comunidades en víctimas invisibles.

El contraste es brutal: mientras Occidente proclama la defensa de los derechos humanos, las comunidades cristianas del Oriente Próximo son abandonadas a su suerte, convertidas en daño colateral de un tablero geopolítico dominado por intereses energéticos, militares y económicos.

Con la excepción relativa del Líbano, donde aún subsiste un importante tejido cristiano, la presencia de esta fe milenaria se reduce cada año. Lo que durante siglos fue parte esencial del paisaje humano y cultural de la región, hoy sobrevive como resistencia minoritaria, acosada por la violencia y el silencio cómplice de la comunidad internacional.

El martirio de los cristianos en Oriente Próximo no pertenece al pasado. Está ocurriendo hoy, en iglesias arrasadas, en pueblos asediados y en comunidades obligadas al exilio. Su desaparición supondría no solo una tragedia humana, sino la muerte de la memoria viva de los orígenes del cristianismo.