sábado, junio 29, 2024

La Alberca, un lugar de tradiciones milenarias

La tradición marca que todas las noches al caer la luz del sol una mujer entona rezos amenizados por una esquila para ahuyentar a las ánimas

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La Navidad y el concurso de Ferrero Rocher ganado por el municipio propulsaron el nombre de La Alberca al panorama nacional. El premio fue el alumbrado y las luces en sus calles, que multiplicaron la llegada de turistas y periodistas. Las casas talladas con piedras y el árbol de Navidad expuesto en el corazón de la localidad cerraron las fechas navideñas. Una vez el decorado ha sido desmontado, el turismo ha rebajado su intensidad, sin embargo, las historias expuestas por los habitantes han encandilado a los forasteros.

La Alberca está encuadrada entre el corazón de la Sierra de Francia y las faldas del Portillo de las Batuecas, y también separa la frontera entre Salamanca y Cáceres a la altura de las Hurdes. Alejada de las grandes urbes, ambienta sus calles con tradiciones milenarias. Las piedras que sostienen las viviendas, la Plaza Mayor adoquinada y la vegetación abren paso a los turistas, quienes descubren las historias reflejadas en los vecinos. Una calavera, un cerdo tallado en la piedra y el misterio de la Peña de Francia, lugar de peregrinación de los habitantes, introducen las primeras pistas de las antiguas tradiciones. 

La iglesia arroja las primeras soluciones con la figura de un cerdo tallado en la entrada. Es el marrano de San Antón. El patrón del pueblo queda representado en la figura del animal, quien cobra vida el 13 de junio. De manera lógica, un cerdo elegido de las diferentes ganaderías colindantes comienza su periplo por las calles de La Alberca, donde los residentes alimentan al animal hasta el 17 de enero –San Antón–, fecha en la que es sorteado. En sus inicios, los vecinos cebaban al cerdo y lo ofrecían a la familia más desfavorecida.  Actualmente el ganador se elige en una rifa y el dinero se dona a una ONG. 

Las tradiciones de leyenda

Las montañas y las poblaciones alejadas del ruido de los automóviles mantienen su esencia y las leyendas recorren sus tierras. El cerdo de San Antón es un suceso que se realiza en honor a su patrón, sin embargo, festividades como «La Loa » o «La moza de las ánimas» tienen orígenes legendarios que se han convertido en tradiciones habituales. 

Los más antiguos del lugar cuentan el inicio de La moza de las ánimas. La tradición marca que todas las noches al caer la luz del sol una mujer entona rezos amenizados por una esquila para ahuyentar a las ánimas. Cuenta la leyenda que una noche no se entonaron las plegarias a los difuntos y los espectros se levantaron de su letargo. Desde entonces no se ha fallado ningún día. La calavera marca las oraciones: «Fieles cristianos acordémonos de las benditas almas del purgatorio con un padrenuestro y una avemaría por el amor de Dios». Tras tres toques se completan las plegarias: «Otro padrenuestro y otra avemaría por los que están en pecado mortal para que su Divina Majestad los saque de tan miserable estado». 

Sin abandonar los rituales culturales de la Alberca hacemos énfasis en las representaciones teatrales, donde La Loa gobierna la temporada veraniega. El 16 de agosto, en los últimos coletazos de la temporada estival, en la Plaza Mayor, una serpiente de siete cabezas amenaza con terminar con la tranquilidad del municipio. A lomos del demonio encarna una lucha contra los principales arcángeles, donde acaba derrotado. La representación del bien y del mal colorea la tradición charra.

La Alberca aglutina diversos días señalados, pero las leyendas cierran su periplo en estas tres patas. Entre montañas y soledad se abre una región que es la vertiente cacereña de las Hurdes, donde las expediciones han marcado su descubrimiento, sin embargo, esa vertiente pertenece a otro artículo.

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