Justo al inicio del estallido del caso Koldo y justo después de su hecatombe en las Elecciones Gallegas, nuestro Presidente se ha escapado -otra vez- a Marruecos. Precisamente coincidiendo con estos hechos. Siempre Marruecos y siempre el Mal de África: la constante necesidad del Doctor Sánchez de volver -una y otra vez- a ese territorio misterioso y hermético.
«¿Qué le debes a Marruecos»? Este es el grito de los jóvenes del Frente Obrero que, coreado en todas sus manifestaciones y actos públicos, no puede menos que hacernos reflexionar sobre la postura del Presidente Sánchez respecto a nuestros antipáticos vecinos del sur. El Presidente Sánchez y su reconocimiento súbito e inesperado del Sahara Marroquí poniendo del revés -en una inopinada vuelta de timón- la posición que, desde siempre, España había mantenido sobre esta cuestión. Uno no puede menos que pensar en nuestros hermanos saharauis traicionados por enésima vez por la misma Patria que les ha vuelto la espalda tantas veces. Ese pueblo saharaui que al que España, potencia descolonizadora, abandonó a su suerte en manos de una sanguinaria satrapía allá por 1975: entre el mismo rumor de maletín, de soborno, de negocios sucios y de posición misteriosamente inexplicable que nos envuelve en 2024.
Es cuanto menos llamativo la manera en la que Marruecos aparece siempre detrás de algunos de los grandes problemas nacionales. Lejos de mí teoría alguna de la conspiración pero -una y otra vez- surge la sombra omnipresente del Rey Mohamed VI sobre aquellas cuestiones que amenazan no sólo a nuestra seguridad nacional sino -lo que es peor- a nuestra propia supervivencia como pueblo. No falla. Marruecos tiene una planificación a largo plazo de su política exterior y, dentro de su proyecto nacional, España es un enemigo a batir: un país siempre opuesto a sus objetivos más directos. ¿Qué tiene que ver Marruecos con el espionaje al teléfono móvil del Doctor Sánchez? ¿Esta maniobra ha influido en el viraje de la política exterior española respecto a Marruecos? Muchos lo afirman sin pestañear.
Barajas se colapsa de personas que intentan entrar en España por vía aérea. Los llamados «vuelos patera» que organiza la Compañía Royal Marroc que -cosas de la vida- es propiedad de Mohamed VI, según nos contó el pasado mes de Enero El Mundo. Canarias es materialmente sepultada por una ola migratoria que -proveniente del mar- ha alcanzado niveles no conocidos anteriormente. Estas embarcaciones son la muestra manifiesta y palpable de las mafias que monopolizan el tráfico de seres humanos en el Estrecho. Ceuta y Melilla son objeto de la presión diaria de Marruecos a la hora de reivindicar su falsa adscripción marroquí. La aduana con nuestras ciudades africanas sigue sin ser establecida. Estos vecinos siempre hostiles inundan el mercado español con sus frutas y hortalizas haciendo -de manera palmaria- una competencia desleal respecto a nuestros agotados y explotados agricultores. Tal vez la balanza de pagos nos sea favorable -no digo que no- y que les exportemos a ellos más de lo que les importamos. Lo que pasa es que -con nuestro sector agrario devastado- no resulta, sencillamente, ni correcto ni positivo traernos productos del campo marroquí.
Lo que nadie ha sido todavía capaz de explicarme es la razón de este cambio de postura del Gobierno de España. En otras palabras, lo que hemos ganado reconociendo la falsa marroquinidad del Sahara y apuntalando una Dictadura que se despliega a nuestros puertas. Cuáles han sido nuestras ventajas geopolíticas y en qué se ha beneficiado nuestra política exterior y/o económica. Qué ha ganado España con esto.
Lejos de ello, nuestros vecinos distan mucho de ajustar su actitud exterior a la propia de las relaciones normales entre dos naciones aliadas. Entre las cosas que, últimamente, han saltado a la opinión pública respecto a esta cuestión ha sido lo de la crisis de Barbate y lo del asesinato de los dos guardias civiles por lanchas de narcotraficantes del Estrecho. Han quedado patentizadas las carencias de medios materiales que sufre nuestra Guardia Civil a la hora de enfrentarse al devastador narcotráfico. Y así, el gran público español se ha enterado, con estupefacción, del desmantelamiento de la Unidad Especial de la Guardia Civil OCON-SUR -dedicada a la persecución del tráfico de drogas en el Estrecho con magníficos resultados- un poco más tarde del reconocimiento del Sahara Marroquí por parte de España. Si las élites políticas de Marruecos se están beneficiando -como todo parece indicar- de los beneficios de este siniestro tráfico a través de las playas andaluzas resulta, cuanto menos, sospechoso que España esté poniendo cada vez más fáciles estos rentabilísimos desembarcos. Ahora, nos enteramos que la Guardia Civil no sólo no tiene medios materiales para ello sino que -para colmo- esta Unidad ha sido disuelta por el Ministerio sin -ni siquiera- dar una oportunidad de reestructuración de la misma y sin avisar a la Fiscalía de esta medida. Estupefacción nacional dentro de este absurdo incomprensible que es la política española.
¿Qué le debes a Marruecos Doctor Sánchez?