Muchas veces se destaca, al hablar de las diferencias entre EE.UU. y Canadá, que esta última tiene un sistema público que envidiar; especialmente en lo que respecta a la sanidad. Sin embargo, las reformas que están implementando en el país estos últimos años son, como poco, siniestras.
Y es que la eutanasia, aprobada en un principio como una forma de ahorrar unos días de dolor a las personas que están sufriendo una muerte lenta, va ampliándose con el paso de los años para cubrir más y más casos. Tantos, que bien podría pensarse que no se hace por el bien de los pacientes, sino porque suministrar la muerte es mucho más barato para el sistema que un tratamiento que puede alargarse durante años.
A partir de 2021, la ley canadiense se amplió a casos más allá de la eutanasia (porque, para ser tal, la enfermedad debe ser terminal). Así, recogió también los casos de suicidio asistido cuando se sufre una enfermedad no terminal pero sí grave y irremediable. De esta manera se incluyó a discapacitados que quieran sucidarse. En un principio se querían excluir las enfermedades mentales, pero se sucedieron protestas por considerar esto una discriminación. Se acabaron por incluir, aunque con un plazo de dos años de espera entre que el paciente lo pide por primera vez y que se le aplica. El psiquiatra editor de Journals of Ethics in Mental Health, John Maher, señaló lo preocupante que es para unos padres no saber si el psiquiatra al que mandan a su hijo va a ayudarle a suicidarse.
Aún así, el gobierno de Trudeau quiere ir más allá, y ahora pretende modificar la ley para incluir también a los drogadictos. En el borrador de la nueva ley, que se pretende aprobar en marzo de 2024, se quiere ampliar el derecho al suicidio asistido para personas con enfermedades mentales, de forma que incluiría también a los drogadictos; una modificación que se da justo ahora que se está disparando el consumo en el país de la nueva droga de moda, el fentanilo. El caso, por si no fuera ya poco grave, lo es más si lo enlazamos con la noticia de que Canadá está experimentando en Columbia Británica a despenalizar la posesión de pequeñas cantidades de esta droga, de la cocaína, del crack y de la heroína, con el supuesto fin de que dé menos vergüenza pedir ayuda a los servicios sanitarios o a las asociaciones contra la drogadicción.
¿Dónde está el límite para esta eugenesia liberal que están colando por la puerta de atrás, y que a todas luces parece querer librarse de discapacitados y drogadictos? De momento no parece tener frontera moral ninguna, pues ya se está encuestando a los canadienses sobre si estarían de acuerdo con ayudar al suicidio sin existir ningún tipo de condición necesaria. Como resultados, es destacable que el 28% de los encuestados consideran la falta de hogar como una condición propicia para conceder “la ayuda”. Así, empieza a apuntarse a los mendigos como próximo objetivo de este genocidio silencioso, pues la muerte es mucho más cómoda y barata que proporcionarles techo y trabajo. Esta no es una afirmación gratuita, ya que Sophia, una mujer de Ontario que sufría SQM (Sensibilidad Química Múltiple), acabó solicitando que la mataran tras pedir, reiteradamente y sin respuesta, que la ayudaran a conseguir una vivienda adaptada a su condición.