Hace escasas semanas saltaba la noticia del fallecimiento del Papa, dando la vuelta al mundo y dividendo a la sociedad entre sus firmes defensores y detractores. Al igual que ocurre con cualquier persona con gran notoriedad dentro de nuestra sociedad se ha abierto un debate sobre si el Papa Francisco era realmente un buen o mal cristiano. Como no podía ser de otra manera este termómetro se mide a través de sus opiniones políticas, dejando de lado cualquier objetividad y creando dos eternos contrarios que nunca dejan de enfrentarse entre ellos por ver quién tiene la razón. Lejos de todo ello se encuentra el Papa y sus acciones, nos puedan gustar más o menos, que ninguna narrativa o discurso ideológico puede cambiar.
El Papa Francisco fue siempre controvertido, en gran parte por romper el molde tradicional de los papas católicos conservadores. Numerosas declaraciones causaron algunas críticas internas dentro del Vaticano, aunque siempre tuvo cierto apoyo de quienes le auparon. Algunas de ellas tuvieron que ver sobre su posición sobre la homosexualidad. Llegó a afirmar que «la homosexualidad era pecado según la concepción de la sexualidad de la iglesia católica, pese a que no era ningún delito». En otras ocasiones llegó a responder a algunos periodistas que «si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». De igual forma firmó la Fiducia supplicans sobre el sentido pastoral de las bendiciones, destinada a bendecir las uniones entre parejas del mismo sexo. Esta declaración y la firma de Francisco causó un gran revuelo, pese a que formalmente no se reconocía a las parejas del mismo sexo como iguales al de mujeres y hombres y que no podrían constituir un matrimonio.
En cuanto al papel de la mujer y los abusos a menores dentro de la jerarquía eclesiástica Francisco promovió cierto aperturismo con respecto a otros papados anteriores. Fomentó una mayor presencia de las mujeres en puestos de responsabilidad dentro de la iglesia, nombrando a la primera mujer al frente de un departamento en la administración central de la iglesia y a la primera mujer presidente de la oficina que gobierna el Estado de la Ciudad del Vaticano. Francisco también eligió a las primeras mujeres para ocupar puestos directivos en la administración central de la iglesia, incluido el influyente departamento encargado de la elección de obispos. En cuanto a los casos de abusos sexuales dentro de la jerarquía eclesiástica los condenó y pidió a la iglesia que hiciese autocrítica y asumiese con vergüenza lo ocurrido con todas las víctimas de abusos sexuales, con el fin de que no se volviesen a repetir.
Su postura frente a la inmigración fue la de apostar por las fronteras abiertas, llegando a decir de Donald Trump que «una persona que piensa en construir muros y no en construir puentes, no es un cristiano». Esta visión no cambió durante todo su papado, si no que fue reforzada en otras entrevistas como la que le concedió a Jordi Évole hace tan solo unos años, donde defendió las acciones de la ONG dirigida por Oscar Camps, Open Arms, y la necesidad de acoger a los inmigrantes para ser un buen cristiano, criticando la existencia de la valla de Melilla. Llegó a tener una buena relación con los líderes musulmanes, viajando hasta algunos países que profesan dicha religión. En varias ocasiones llegó a condenar el terrorismo y el extremismo religioso, pero siempre dejando claro que ambos conceptos y formas de ver la religión no debían asociarse al islam.
Tras la muerte de Francisco y el inicio del Conclave se esperaba que la iglesia eligiese a su nuevo máximo representante y decidiera si pretendía continuar con un mayor aperturismo en algunas cuestiones sociales o si prefería hacerlo desde unas posiciones más conservadoras y que habían caracterizado a papados anteriores a Francisco. Desde las televisiones y periódicos se siguió la elección del nuevo Papa con mucho interés, retransmitiéndose en directo todo lo sucedido.
El 7 de mayo fue el día que empezó el Cónclave, en medio de suposiciones y candidatos que podrían sustituir a Francisco. Durante la primera jornada, y como era de esperar, no se llegó a una resolución, por lo que la fumata blanca tendría que esperar. Tan solo un día después, y tras una fracasada votación por la mañana, la fumata blanca salió por la famosa chimenea que decantaba el veredicto del Conclave ante la mirada de las gaviotas que cerca de allí se encontraban.
El nuevo Papa era anunciado. Su nombre, Robert Prevost, un estadounidense de 69 años que ya es conocido por todos como León XIV. Robert es un líder experimentado dentro de la Iglesia católica y por muchos años una figura importante del clero en Perú, donde residió gran parte de su vida. Aparte de su bagaje como misionero en el país hispanoamericano fue una figura querida por el anterior Papa Francisco, que le nombró cardenal en 2023.
Durante sus primeros días como Papa, León XIV ha dejado ver algunas de sus futuras intenciones. En su discurso tras ser elegido se atrevió a pronunciar palabras en español, haciendo mención a la diócesis de Chiclayo, donde ejerció muchos años durante su estancia en Perú. A su vez ha tenido declaraciones públicas contra la situación de guerra que se vive actualmente en Europa, destacando que «la tragedia de la Segunda Guerra Mundial terminó hace 80 años con 60 millones de muertos. En el escenario de una tercera guerra mundial en trozos, como decía Francisco, me dirijo a los grandes del mundo repitiendo: nunca más la guerra». Las palabras de León también fueron dirigidas hacia el conflicto entre Palestina e Israel, proclamando el cese «inmediato del fuego en Gaza».
Junto a estas declaraciones este domingo dirigió su primer rezo del Regina Coeli sobre las 12.00 horas, desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano. Durante su rezo miles de fieles se congregaban en la Plaza de San Pedro, con el fin de escuchar a Prevost. Durante las siguientes semanas y meses el nuevo Papa seguirá trazando su nueva política pontificia hacia otros temas, donde podremos ver si realmente sigue la estela de Francisco, algo que parece ser, a priori, lo que ocurrirá.