Washington ha activado hoy un nuevo frente económico con la entrada en vigor de los aranceles recíprocos impulsados por Donald Trump, afectando a más de 90 países y desatando una ola de incertidumbre en los mercados. La medida, anunciada como un “rescate del empleo americano”, implica subidas de entre el 10 % y el 50 % sobre bienes importados de aliados y rivales por igual.
Canadá (35 %), China (30 % a 145 %), Brasil (50 %), India (25–50 %) y la Unión Europea (15 %) figuran entre los más afectados. En algunos casos, como Suiza (39 %) o Taiwán (20 %), las tasas sorprenden incluso a economistas alineados con la administración republicana.
Trump ha defendido los aranceles como una medida “justa y necesaria”, afirmando que “EE. UU. ha sido estafado durante décadas”. Su equipo estima que la recaudación superará los 300.000 millones de dólares anuales, a costa —según expertos— de encarecer bienes de consumo, romper cadenas logísticas y agravar la inflación mundial.
Desde Bruselas a Tokio, las reacciones no se han hecho esperar. La Comisión Europea advierte de un “retroceso multilateral peligroso”, y varias potencias están preparando represalias comerciales, lo que hace temer una nueva guerra de aranceles a escala planetaria.
Mientras tanto, los consumidores estadounidenses se enfrentan a una subida inmediata de precios en productos tecnológicos, vehículos, textiles y alimentos. Y el mensaje que lanza Washington al mundo es claro: Estados Unidos primero, incluso a costa del equilibrio global.