Desde que Pedro Sánchez llegó al gobierno ha visitado por lo menos una vez al año al país de Confucio, y no se conocen declaraciones contrarias a la mayor influencia china en España, ni siquiera a los abusos y arbitrariedades que cometen las autoridades chinas en su propio territorio. Así mismo, desde que se inauguraron las relaciones diplomáticas en 1973, el peso del capital chino ha tenido un papel creciente en la economía española. La balanza comercial es altamente favorable para los asiáticos, pero como bien sabemos, esto le importa poco a los diferentes gestores del régimen del 78, ya que mientras sus bolsillos estén llenos, la balanza comercial o el peso internacional de España es algo de un carácter más que secundario, casi marginal.
La interrelación económica con China se puede resumir de forma sencilla, nosotros le compramos una cantidad ingente de productos manufacturados, y ellos envían masas de turistas a nuestros monumentos y playas. El capital chino cada vez controla más áreas en nuestro país, aunque supuestamente la UE tiene protocolos para evitar este tipo de ingerencias y monopolios. Si nos alejamos de la microescala, es de sobra conocido en proyecto económico chino que lleva por nombre la Franja y la Ruta de la Seda, un enorme corredor territorial que recorrería desde el mismo Pekín hasta el estrecho de Gibraltar, de esta forma la influencia china también es muy notable en Grecia-país paradigma de la destrucción absoluta por parte de la UE y su tiranía financiera- e Italia, con la que la propia Unión tuvo que mediar para evitar una mayor simbiosis estratégica con los chinos. De esta forma con una economía desindustrializada y totalmente abierta al caudal infinito de productos chinos, el interés de los asiáticos pasaría a centrarse en los puertos españoles, ya que si lograse el control absoluto de los mismos no tendría ningún obstáculo que impidiese incluso en el futuro una revisión de la permisividad española en referencia a sus importaciones.
A esto se suma el proyecto de los BRICS, una supuesta plataforma que vendría a substituir la unipolaridad de la OTAN y la ONU, pero lo cierto es que este es un proyecto con los pies de barro y con múltiples desavenencias internas, como la de sobra conocida entre la India y China. Es cierto que estos países están en ascenso y cada vez tienen más incidencia a nivel internacional, ocupando espacios donde se ha debido retirar el anterior dominio occidental. Sin embargo, a diferencia de Estados Unidos o de la parte occidental de Europa, estos países arrastran un sinfín de carencias internas, ya que en muchos de ellos la alfabetización o la seguridad alimentaria aún son objetivos a lograr en el futuro. Así mismo, a pesar de su opacidad, se está dando a conocer que la propia China sufre de una crisis de crecimiento interno importante, con una burbuja inmobiliaria importante y una clase media raquítica, ya que aún sigue imperando el sistema de trabajo 9 9 6, trabajando de nueve a nueve los seis días de la semana.