30 de septiembre de 2025

El separatismo es un postulado ideológico...

Jumilla y la paradoja del odio a lo propio

Pastor magrebí vendiendo oveja en  Marruecos
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Por todos es de sobra conocida la polémica desatada a raíz de la celebración del fin del Ramadán en Jumilla. Paradójicamente, lo que debería ser la medida principal que se tomase cuando la población musulmana en nuestro país quiso comenzar a realizar sus festividades, allá por los años 90, fue convertido por la farándula mediática y política, en un acto de islamofobia y no se sabe cuantas cosas ofensivas más.

Y algunos podrían argumentar sobre la Semana Santa, que es una celebración religiosa que copa nuestras calles. Pero es que esa una celebración en la que no se sacrifican de forma salvaje animales vivos; ni se pregona una religión de guerra y degollamiento de infieles Se celebra la religión que nos unifica a todos los españoles.

Por otro lado, es curioso que sea la izquierda quién más ha despotricado por esta prohibición, ya que una de sus grandes luchas ha sido precisamente el animalismo.  Y este mismo gobierno ha aprobado una legislación en la que se pone a los animales casi en un status de protección equivalente al de un ser humano. Todos recordamos los tiempos de Zapatero y su cruzada contra los toros, aunque en la práctica esto solo habría provocado que por rechazo, el sector moribundo del toreo haya sufrido un rejuvenecimiento desde entonces.

Todos los años sollozando por los San Fermines, luchando para que la cabra no sea arrojada desde un campanario, y ahora resulta que si unos barbudos les da por degollar sin ninguna medida fitosanitaria miles de corderos en las calles, hay que respetarlo. Y en bien de la multiculturalidad. Y es que esto en el plano de la lógica formal, cuesta comprenderlo.

Pero esa izquierda abandonó la lógica hace mucho tiempo. Simplemente se trata de odiar lo nuestro. Aunque, como el toreo, sea algo más propio de nuestro pasado que del presente, pero sigue siendo nuestro. Los españoles se deben amoldar a lo que dicten los bien pensantes, cumplir sus normas morales para no ofenderlos. Esto incluso sería bien aceptado por muchos compatriotas con tal de que esta gente dejasen de darles la matraca y los dejasen en paz, lo que es un síntoma de debilidad pero que muestra flexibilidad al mismo tiempo. Pero lo que no es aceptable bajo ninguna circunstancia es que se nos exiga abandonar nuestra propia forma de ser, y a gente que es ajena a nuestro país, a nuestra cultura, se les permita herir los sentimientos y los cuerpos animales que quieran.