12 de diciembre de 2025

Los nuevos datos de Eurostat sobre...

Irlanda: donde el crecimiento se lo queda el capital

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Los nuevos datos de Eurostat sobre el profit share de las empresas europeas ponen en cuestión uno de los dogmas centrales del liberalismo económico: la idea de que atraer capital extranjero y reducir impuestos a las multinacionales conduce automáticamente a la prosperidad de la mayoría social. En 2024, las empresas no financieras de la UE destinaron de media el 40,1% del valor añadido a remunerar al capital. Irlanda, en cambio, dispara esa cifra hasta un 74,9%, el porcentaje más alto de toda la Unión.

Conviene añadir un matiz relevante: mientras las empresas no financieras alcanzan ese 74,9%, las financieras —que solo representan alrededor del 4% del valor añadido bruto del país— registran un profit share del 44,8%. El promedio ponderado se sitúa en torno al 73,7%, una cifra muy elevada. Además, el profit share es mucho más elevado entre las empresas extranjeras instaladas en Irlanda que entre las nacionales, lo que subraya la enorme dependencia del país respecto a las multinacionales.

Irlanda lleva dos décadas siendo presentada como <<caso de éxito>>, pero las cifras reales cuentan otra historia.El país presume de un salario medio muy elevado (superior a 60.000 euros anuales), pero ese dato es profundamente engañoso. La media está inflada por sectores hiperproductivos como las multinacionales tecnológicas y farmacéuticas. El dato relevante para medir el bienestar laboral es el salario más frecuente (o mediano), que ronda los 45.000 euros. Es decir: la mitad de los trabajadores irlandeses gana menos de 45.000 al año, no 60.000. Y ese salario mediano apenas ha crecido en términos reales en los últimos años.

Aún más significativo: los jóvenes cobran solo el 69% del salario medio nacional, y sectores enteros (hostelería, comercio, logística, cuidados) llevan una década con subidas mínimas, incapaces de compensar el aumento del coste de vida. La desigualdad salarial irlandesa está entre las más altas de Europa occidental.

Mientras tanto, el coste de la vivienda se ha convertido en uno de los mayores lastres sociales del país. El alquiler medio supera los 2.000 euros y en Dublín un piso de un dormitorio puede alcanzar los 2.400–2.500 euros. Desde 2013, los alquileres han subido casi un 160%,  una inflación imposible de asumir para salarios reales que no avanzan. Comprar vivienda es un lujo inaccesible: los precios han aumentado más del 49,9%  solo desde 2019.

La cesta de la compra es otro foco de presión. Irlanda se mantiene entre los países más caros de la UE en alimentación. Tras picos de inflación del 15%, los precios se han moderado, sí, pero permanecen en niveles históricamente altos. Desde 2021, los alimentos (excluyendo las bebidas alcohólicas) se han encarecido alrededor de un 34%, mientras que el poder adquisitivo de la población se erosiona año tras año: el salario nominal por hora solo ha aumentado un 11,14% entre 2021 y 2024, frente a una inflación acumulada del 19,8%.

El <<milagro irlandés>> es en realidad un modelo profundamente desequilibrado: beneficios empresariales descomunales, salarios reales estancados y un coste de vida que asfixia a la mayoría social. Crece la economía, pero no crece el bienestar.

España no debería mirar a Irlanda como referencia, ni tampoco a Italia, que arrastra décadas de baja productividad y salarios estancados. Europa ofrece modelos más equilibrados y sostenibles. Lo que Irlanda demuestra es algo esencial: no basta con crecer; importa quién se queda ese crecimiento. Y cuando el capital se apropia de casi todo, la prosperidad deja de ser un proyecto compartido.