Mauthausen, ese campo de exterminio eclipsado por Auschwitz. El campo de la Escalera de la Muerte que dejĆ³ 100.000 personas asesinadas y que fue liberado por los republicanos espaƱoles, vuelve a la escena. Entre los testimonios que han llegado hasta la actualidad, se encuentra el de Segundo Espallargas, Paulino, a quien el deporte le salvĆ³ la vida. Los oficiales de las SS avisaban al aragonĆ©s: Ā«Si pierdes vas al crematorioĀ». El pĆŗgil nunca besĆ³ la lona.
Paulino- asĆ fue apodado por Ziereis, director de Mauthausen-, tuvo que abandonar su patria tras la Guerra Civil EspaƱola y en 1941, cayĆ³ en las garras de las SS. Una vez cumpliĆ³ la mayorĆa de edad, buscĆ³ la forma de combatir en el Frente Republicano y con la victoria franquista tuvo que huir a Francia. Cuenta su hijo, Brice, que tuvo que esquivar las reprimendas de su padre sobre los combates: Ā«Su padre les tiraba piedras para que no se fueran cuando se estaban alejando. No querĆa que fueran a la guerraĀ». Sin embargo, Segundo habĆa embarcado su camino lejos de AragĆ³n.
El giro de guiĆ³n
La Segunda Guerra Mundial habĆa comenzado y Espallargas luchaba en la LĆnea Maginot contra los alemanes. Tras la caĆda de ParĆs, las miserias, el exilio y la guerra cayeron en saco roto. El infierno de Mauthausen abrĆa sus puertas al pĆŗgil. Paulino habĆa conseguido despuntar en el boxeo amateur y Francisco Boix fue su rayo de esperanza. El fotĆ³grafo, quien habĆa luchado junto a Segundo, expresĆ³ a los oficiales nazis, las habilidades del pĆŗgil.
Con los oficiales convencidos, tres K.O fueron el inicio de una leyenda. Paulino derrotĆ³ a tres oficiales en menos de diez minutos ante Franz Ziereis. Con el paso del tiempo, el director de Mauthausen, renombrĆ³ a Segundo. El nĆŗmero 5897, dejĆ³ de ser un nĆŗmero y se convirtiĆ³ en Paulino.
La labor humanitaria de Segundo
No habĆa rival que acabase con Paulino. En su cabeza resonaba la misma oraciĆ³n en todos los combates:ā SĆ caes vas al crematorioā. Alemanes, checos, polacos o franceses desfilaban por el ensogado. Todos con el mismo final, besar el suelo del cuadrilĆ”tero. Para los nazis, era una diversiĆ³n cada domingo. El reto era acabar con el espaƱol.
Los combates mĆ”s recordados llegaron en los Ćŗltimos aƱos. Ante el cinturĆ³n negro del campo de exterminio, se viviĆ³ el capĆtulo que acabĆ³ con los calificativos. Tras diez rounds, el espaƱol consiguiĆ³ acabar con el polaco y proclamarse CampeĆ³n del Campo. Las victorias fueron reduciendo el trabajo de Segundo. El espaƱol, tras el combate, entrĆ³ en el equipo de la cocina. La buena relaciĆ³n con los oficiales evitaba los registros rutinarios. El camarada aragonĆ©s, trasladaba en su cuerpo comida que repartĆa entre sus compaƱeros de barracĆ³n y con este mĆ©todo consiguiĆ³ salvar varias vidas.
Ā«AbrĆ”zate a mĆ, ‘Kiki’. No tengas miedoĀ»
La labor en la cocina no era la Ćŗnica de Segundo. El pĆŗgil espaƱol, le salvĆ³ la vida a Georges Gardebois, quien habĆa luchado en los Juegos OlĆmpicos. El francĆ©s llegĆ³ en 1944 y tras caer enfermo, pasĆ³ por el Revier, Ā«la enfermerĆa del campoĀ», donde la tasa de mortalidad era extrema. El milagro se hizo realidad y el francĆ©s pudo salir. A su vuelta, Segundo le esperaba en el cuadrilĆ”tero y tras pactar un empate, los dos salieron ilesos: Ā«Kiki abrĆ”zate a mĆ.Ā» El plan funcionĆ³ y la pesadilla terminĆ³, Hitler se habĆa suicidado.
Fuera del campo, Segundo habĆa perdido todo y se marchĆ³ a ParĆs. En la capital francesa, coincidiĆ³ con Garbedois, quien aguardaba su llegada. El francĆ©s mostrĆ³ su gratitud con el espaƱol y permitiĆ³ a Segundo hospedarse en sus restaurantes durante seis meses. Para el aragonĆ©s, el favor habĆa llegado a su fin y conociĆ³ a su futura esposa, con quien tuvo cinco hijos. Nunca evitĆ³ hablar de su experiencia en Austria y tras su muerte en 2012, su hazaƱa quedĆ³ para la eternidad y las memorias del boxeo espaƱol.