El otro día, mientras veía La Sexta, emitieron una nota sobre la gira por África de Pedro Sánchez para tratar el tema de la inmigración. Seguido a esto, transmitieron otra nota cuyo objetivo era “evitar los bulos xenófobos” sobre la inmigración, argumentando que esta es necesaria para salvar la economía española. Según el discurso del Ejecutivo, es fundamental abrir nuevas vías de migración regular, asegurando que estas son «riqueza, desarrollo y prosperidad».
La Sexta sustenta su trabajo en “datos objetivos”. Afirman, basándose en estos, que los inmigrantes contribuyen a mejorar las cifras de creación de empleo, que el 70% de las nuevas personas ocupadas o en disposición de trabajar en 2023 son migrantes, que el 30% tiene doble nacionalidad, y, por último, que la cifra de nueva mano de obra española es cero.
Visto así, cualquiera daría la razón al argumento sin dudar, pero como nuestro trabajo es profundizar, tenemos que irnos a los detalles. Hay que hacerse las siguientes preguntas: ¿en qué trabajan la mayoría de esos extranjeros en España? ¿En qué sectores?
Según un artículo publicado por el diario El País el 25 de agosto de este año, titulado «¿En qué trabajan los extranjeros en España?», se asegura que la mayoría de los trabajadores extranjeros en España se concentran en las actividades más precarias y peor remuneradas, como el empleo doméstico (42% de los afiliados), la hostelería (26%) y el sector agrario (26%).
En contraste, su presencia es mínima en los sectores de mayor valor añadido y con mejores condiciones laborales, como la banca (5,1%), el suministro de energía (3,5%), la administración pública (1,3%) y la educación (5,5%).
La agricultura, la construcción, la hostelería y el empleo doméstico son actividades que suelen ser menos atractivas para los trabajadores españoles debido a las condiciones laborales más duras, los salarios más bajos y las jornadas laborales más largas. No es por eso extraño que la cuota de nacionales integrados sea baja.
El discurso también omite otra realidad: el propio desorden migratorio sostiene la precariedad. Las legiones de personas que llegan sin control a través de las fronteras españolas, que de fronteras solo tienen el nombre, sirven como un ejército de reserva que permite a la patronal definir las reglas del juego.
No es por eso que los entrevistados en la nota de La Sexta se mostraban tan positivos ante la llegada de esta ola descontrolada de inmigrantes.
No es la única nota del canal que busca justificar lo injustificable con datos dados “a lo loco”. Otra de estas notas afirma que la inmigración es necesaria para salvar el sistema de pensiones. Para La Sexta, la cifra actual, unos 2.806.557 inmigrantes afiliados a la Seguridad Social, es insuficiente. Se apoyan en la afirmación del Banco de España, que asegura que, para mantener el sistema de pensiones actual en 2050, debería haber 20 millones de migrantes en España.
Nuevamente, hay que hacerse las preguntas: ¿Por qué hace falta importar esa mano de obra? ¿Por qué no son los españoles los llamados a salvar sus pensiones y las de las generaciones por venir?
En esta respuesta entran muchos datos en juego. El primero de ellos es el tema de la natalidad y el decrecimiento de la población. No puede haber aportes si no hay españoles.
En una nota publicada por Euronews, titulada “Europe’s fertility crisis: Which countries are having the fewest babies?”, España se coloca en penúltimo lugar en cuanto a la cantidad de hijos promedio por madre, unos 1,16; una cifra que está bastante por debajo de la media europea, que se encuentra en 1,46.
¿Pero por qué se tienen menos hijos en España? En un artículo del diario 20 minutos titulado «Los factores clave que explican por qué nacen tan pocos niños en España», se afirma que la baja tasa de natalidad se debe principalmente a factores económicos y laborales que dificultan la decisión de tener hijos. El elevado coste de la crianza, estimado en unos 670-700 euros al mes por hijo, junto con la precariedad laboral y el difícil acceso a la vivienda, desincentivan a muchas parejas jóvenes a formar una familia. La falta de seguridad en el empleo, especialmente entre los jóvenes, y la alta inflación, que ha disparado los precios de alimentos y vivienda, agravan aún más la situación. A esto se suma la insuficiencia de ayudas y medidas de apoyo a la crianza, que no permiten a las familias afrontar estos costes.
Por otro lado, otro detalle que La Sexta no toca es que las pensiones están en riesgo debido a la propia precariedad laboral, que se agrava por la inmigración descontrolada. En resumen, si los salarios son cada vez más bajos o el trabajo se realiza en negro, los aportes son bajos o nulos, lo que resulta insuficiente para mantener el sistema de pensiones. Si sumamos lo expuesto antes, La Sexta nos quiere decir que la fórmula está en generar más precariedad.
Un estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) sugiere que la causa principal es el estancamiento de los salarios y la desaceleración del crecimiento de la productividad. Aunque el envejecimiento de la población ha aumentado la tasa de dependencia, lo que agrava la situación, el estancamiento de los sueldos reales desde los años noventa ha tenido un impacto más negativo en las finanzas del sistema.
El análisis revela que, entre 1985 y 2016, la evolución salarial negativa, resultado del bajo crecimiento de la productividad, ha sido el factor que más ha contribuido al deterioro de las cuentas del sistema de pensiones. Este factor ha reducido la capacidad de las cotizaciones sociales para sostener las pensiones, acentuando el déficit a un ritmo medio de 0,76 puntos porcentuales anuales.
Todos estos datos son los que se ocultan con otros datos. Y esto si dejamos por fuera otras consecuencias indefendibles de inmigración, como sus consecuencias en la seguridad nacional. Pero los dejamos para otra ocasión.