Aunque la situación se ha agravado tras las numerosas detenciones que siguieron a las protestas contra la inmigración masiva y la islamización, Reino Unido acarrea desde hace años un grave problema de hacinamiento y falta de plazas en sus prisiones. Las cifras que se conocen sonde unos 88.000 reos cumpliendo condena, lo que sobrepasaría en un 10% la capacidad carcelaria de las islas. Sin embargo, las proyecciones nos indican que para el 2027 el número será de 106.000 si continúa la actual tendencia.
El país británico se encuentra a la cabeza de los países de Europa que más gente encarcela, por lo que a primera vista podíamos achacar esta masificación al excesivo «punitivismo» del sistema británico, es decir, a la desproporción entre la dureza de la pena y la levedad del delito. Pero lo que no se suele investigar son las pautas culturales y étnicas de las personas que cometen esos delitos. Y es que si por algo es conocida Gran Bretaña es por lo desproporcionado de su inmigración, tanto ilegal como legal. El control de estos masivos flujos migratorios precisamente fue uno de los grandes factores que inclinaron la balanza a favor de la aprobación del Brexit.
Ante el reciente relevo de los laboristas por conservadores en el poder, el nuevo ejecutivo ha anunciado un nuevo plan para paliar esta situación, bajo el rimbombante nombre de «Operación Amanecer Temprano». Las líneas principales de este plan consistirían en alojar a los delincuentes en las celdas de las comisarías cuando no haya plazas en prisiones, y el de soltar a 5.500 presos entre septiembre y octubre. Además se reduciría la parte de la condena que deberían cumplir para salir del presidio.
Mientras se pretende aliviar el problema carcelario, hemos asistido a detenciones masivas de los manifestantes que clamaron contra el descontrol migratorio y la islamización de Reino Unido –algunas simplemente por difundir mensajes de apoyo en redes sociales–, por lo que suponemos que esas 5.500 plazas libres no tardarán en llenarse de británicos críticos con el sistema. Y es que no debemos olvidar que los actuales detentores del número 10 de Downing Street, aún en la oposición recomendaban a la policía hacer menos detenciones y acusaban a los conservadores de ser «adictos al castigo».
En conclusión, la situación penal en Reino Unido –en la cual el suicidio de los reclusos ha aumentado un 25%– solo es otra muestra más de la deriva suicida que tomó el país desde que se impusiera el liberalismo desenfrenado coronado por el mandato de Tatcher y sus continuadores como Blair, olvidándose incluso de la labor de orden que todo Estado debe mantener, además de relegando al sistema judicial a un anquilosamiento tal que lo relega a un plano casi decorativo.