miércoles, diciembre 4, 2024

La máquina del fango

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Declive y estancamiento económico en Alemania

La recesión económica en Alemania afecta a su industria automovilística y genera despidos masivos, mientras la política internacional y energética agravan la crisis.

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En primer lugar, nos referimos a lo ocurrido el 6 de noviembre, cuando el canciller Olaf Scholz destituyó al ministro de Finanzas, Christian Lindner, del FDP (liberales), tras negarse a aumentar el techo de deuda para los presupuestos del siguiente año y por negarse a aceptar unos presupuestos que incluyen un gasto adicional destinado a la guerra de Ucrania. La frágil coalición entre liberales (FDP), socialdemócratas (SPD) y verdes hace aguas, y se esperan elecciones para principios del año que viene. Esto deja un panorama de inestabilidad política para una mala situación económica que viene de largo. 

En segundo lugar, la decisión de Volkswagen de cerrar tres fábricas en Alemania, algo insólito en el país, y la bajada de un 10 % del salario a toda la plantilla. La empresa alega una caída de las ventas en Europa, con una caída del 64 % de las ganancias en el tercer trimestre. Sin embargo, las ganancias totales sólo cayeron un 0,5 %. Esto se debería a la competencia con los vehículos eléctricos chinos y a la falta de adaptabilidad de la empresa. Los datos se dieron a conocer dos días después del anuncio de aviso de huelga por parte del sindicato IG Metall, tras fracasar las negociaciones. La huelga comenzó el día 1 de diciembre, afectando a 120.000 empleados. El 9 de diciembre está planeada la cuarta sesión de negociaciones.

Los trabajadores proponen crear un fondo de 1.500 millones de euros, reduciendo temporalmente sus salarios en 2025 y 2026, para evitar despidos masivos y el cierre de fábricas, lo que supondría la desaparición de alrededor de 20.000 puestos de trabajo. Por el momento, no se descarta por parte de la dirección de la empresa cerrar plantas en Alemania o en otros países. El sindicato IG Metall culpa a los ejecutivos de incompetencia y de no hacer su trabajo, pues es la plantilla de Volkswagen la que carga con sus errores. 

En tercer lugar, el anuncio de Thyssenkrupp Steel de despedir a 5.000 trabajadores y de externalizar 6.000 empleos, a través de traspasos y ventas de negocios de aquí a 2030, lo que supone la eliminación del 40 % de la plantilla. También cerrará la planta siderúrgica de Kreuztal-Eichen y reducirá un 10 % los salarios. Se alega una baja demanda de su producción y la competencia con China. Se prevé reducir las capacidades de producción desde los 11,5 millones de toneladas al año hasta entre 8,7 y 9 millones de toneladas anuales. Ante esta situación, el grupo Thyssenkrupp baraja hasta romper con la actividad siderúrgica. Ya se han dado pasos en esa dirección, como el aumento de la participación de la empresa checa EP, del empresario Daniel Kretinsky, en Thyssenkrupp Steel desde un 20 % a un 50 %. 

Podemos citar más ejemplos de despidos masivos por parte de las empresas alemanas más prestigiosas y antaño exitosas, que actualmente parecen no estar adaptándose a los nuevos tiempos y atraviesan graves dificultades, como Bosch, que ha anunciado el despido de 5.500 trabajadores en los próximos años. Otras empresas como Schaeffler eliminarán 4.700 puestos de trabajo en toda Europa, 2.800 de ellos en Alemania, y cerrarán dos plantas. Aunque no es una empresa alemana, Ford también eliminará 4.000 puestos de trabajo en Europa, principalmente en Alemania y Reino Unido.  

Alemania lleva dos años en recesión económica. La antigua potencia económica europea se viene abajo, y su caída acarreará graves consecuencias al resto de países de la unión. ¿Qué ha ocurrido? Podemos hablar de una falta de diversificación en la economía alemana, centrada en pocas industrias, principalmente la automovilística, y su atraso con respecto a la industria automovilística china, especialmente en los vehículos eléctricos, lo que empeora su competitividad. También se puede hablar de falta de planificación a largo plazo y de innovación. 

Los asuntos internacionales han influido en el empeoramiento de la economía. La implicación de Alemania en la guerra de Ucrania y en las sanciones hacia Rusia ha tenido sus consecuencias negativas para la industria: el precio de la energía ha aumentado, así como el del gas, puesto que ahora debe importar gas licuado de EE. UU., sensiblemente más caro, en vez de comprarlo más barato a Rusia. El cierre de las centrales nucleares, más por motivos políticos que económicos, ha contribuido a la indisponibilidad de energía a precios bajos. Las últimas centrales nucleares, Isar 2 (Baviera), Neckarswestheim (Baden-Wurtemberg) y Emsland (Baja Sajonia), fueron clausuradas en 2023.

Otro golpe para la economía alemana ha venido por la imposición de aranceles de hasta un 36,3 % a los coches eléctricos chinos por parte de la Unión Europea. Como respuesta, China ha respondido con la misma moneda. Alemania vendía automóviles a los países del sur de Europa, pero tras la crisis de 2008 dejó de ser un mercado atractivo, de modo que se centraron en vender en el mercado chino, en pleno aumento del consumo. Estos últimos acontecimientos no han sido propicios para la economía alemana, afectando también a las cadenas de suministros del sector manufacturero alemán. Alemania vive momentos duros. 

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