Al tratarse del país más pequeño de toda Centroamérica, El Salvador no suele ocupar portadas. En el pasado, únicamente se miraba hacia el pequeño estado hispanoamericano con la intención morbosa de recrearse en la inseguridad que asolaba el país. Pero mucho de esto ha cambiado desde 2019. Con el paso del tiempo, y con el liderazgo del presidente Nayib Bukele firmemente apoyado por su pueblo, cada vez resulta más incómodo el ejemplo que ha sentado el mandatario de Nuevas Ideas.
Muchos medios ya pasaron a la ofensiva cuando Bukele salió elegido por abrumadora mayoría. Centraron su campaña en acusar al mandatario de dictador. A esto, el presidente respondió incluso con cierta sorna, siendo lo más memorable el juego de palabras con el título del periódico español «El País».
Pero como nada en la escena mediática ocurre por casualidad, se ha desatado una virulenta ofensiva contra el gobierno salvadoreño, que ha partido de dos frentes. Por un lado, se pretendió hacer una bola de nieve de las protestas de los campesinos de una cooperativa que estaba pasando por estrecheces económicas. Los manifestante se reunieron cerca de la residencia privada de Bukele, por lo que fueron desalojados por una fuerza policial militarizada. Sin embargo por mucho eco que se le pretendió dar, ni siquiera hubo heridos entre los desalojados. Posteriormente, Bukele no se quedó de brazos cruzados y explicó que estos humildes campesinos habían sido instrumentalizados por agentes anti-gubernamentales, y que los problemas económicas de la cooperativa venían de mucho más atrás. Se negaba a sentar el precedente de que el gobierno salvadoreño asumiese todas las deudas de los chanchullos que habían provocado en el pasado el FMLN y ARENA. A este respecto anunció una ley que pretendía limitar la acción nociva de las ONGs con intereses ajenos al país en El Salvador, mediante una tasa de impuestos del 30% sobre las donaciones. De esta forma aseguró el mandatario que mediante estos impuestos se resarciría la deuda contraída por la cooperativa en cuestión.
La segunda ofensiva coordinada fueron las acusaciones por parte del medio «El Faro», financiado por la Open Society, de un supuesto pacto de Bukele con las pandillas. Ya en su día, periodistas como Inna Afinagenova intentaron crear una simulación en que Bukele se convertía en el rey de los pandilleros mediante pactos. Al ser El Salvador un país tomado por las pandillas, quizás existió algún tipo de entente entre Bukele y las maras al ser alcalde. Pero ya en la presidencia se desató una guerra abierta entre el ejecutivo y las bandas, por lo que la posibilidad de un pacto resulta a todas luces descabellados. El grueso de esta teoría se basa en las declaraciones de un supuesto líder expandillero que afirmaría tener línea directa con colaboradores de Bukele. Se trata de afirmaciones de una persona de dudosa moralidad, con un discurso de supuesta labor social de las pandillas. Esta visión de las pandillas como un agente social necesario y casi intrínseco al ADN salvadoreño también es compartida por el director de El Faro.
Pero por mucho ahínco que han mostrado los medios globalistas, El Salvador avanza a paso firme hacia su nuevo futuro. Y como siempre, ha recalcado el presidente Bukele, uno de los pilares de ese futuro debe ser la educación y la igualdad de oportunidades para los más jóvenes. Por eso mismo, la semana pasada el mandatario anunciaba el plan «2 escuelas por día», donde se prometía la renovación diaria de dos escuelas en el país. Este plan se puede seguir en una web habilitada por el gobierno.
De esta forma se evidencia que por muchos palos en la rueda que le quiera poner, el país centroamericano sigue aferrado a su seguridad recientemente conquistada, pero también se encamina a un futuro de progreso, desarrollo e igualdad.