La llegada de las Brigadas Internacionales a España
Tras el estallido de la guerra, la Comintern vio necesario empezar a articular una respuesta militar a la ayuda recibida de los sublevados por Italia y Alemania. El 17 de octubre de 1936, Largo Caballero recibió en su despacho a vatios altos cargos de la Internacional, entre ellos el italiano Luigi Longo, el francés Pierre Rebière y el polaco Stephan Wisnieski, traídos por el italiano Vittorio Vidali, alias Carlos Contreras. Estos hombres habían sido enviados por la Comintern y Stalin para proporcionar una ayuda internacional a la República sin molestar a Gran Bretaña y Francia, que se habían cerrado a la intervención en el país. Las negociaciones no fueron fáciles, Caballero desconfiaba de los comunistas y de sus intenciones en España, pues quería evitar que el ejército republicano fuera hegemonizado por el PCE. La reunión fue breve, no duro más de 10 minutos, y se consiguió la aprobación de la creación de las Brigadas Internacionales de forma oficial ya que, con anterioridad, Dimitrov y André Marty habían empezado a trabajar en su creación. Durante los siguientes días los primeros brigadistas comenzaron a llegar a Francia, listos para defender a España del fascismo.
La primera brigada
El 8 de noviembre de 1936, la primera Brigada Internacional llegaría a la capital española. En medio de la Gran Vía, cientos de brigadistas desfilaron ante la atenta mirada de los madrileños que se animaron a contemplar dicho evento. Fue una inyección de moral para los ciudadanos, que pensaban que se trataban de soviéticos que habían venido a ayudar. Su sorpresa fue aún mayor cuando vieron que, dentro de la formación, la pluralidad de idiomas era algo normal. La alegría de la gente se mezclaba con la situación militar en la capital, cercada y preparándose para las ofensivas del ejército franquista. Los primeros batallones empezaron a situarse cerca de la Casa de Campo, Ciudad Universitaria y otros emplazamientos cercanos al Manzanares. Estaban a punto de entrar en combate por primera vez como fuerza de choque. Instaladas en España, las Brigadas iniciaron su andadura, en la que debían matar o morir, pero sobre todo defender Madrid a cualquier precio.
La Olimpiada Popular de Barcelona
Los días previos al inicio de la guerra, en Barcelona se vivía un ambiente lúdico y festivo, pues estaban a punto de iniciarse las Olimpiadas Populares en la ciudad condal. Las olimpiadas habían sido planeadas para contrarrestar los Juegos Olímpicos que ese mismo verano se celebrarían en la Alemania de Hitler. Es por ello que los organizadores de la Olimpiada impulsaron que equipos como el estadounidense incluyeran deportistas negros como forma de reivindicar la lucha contra el racismo en el país americano.
El ambiente festivo se mezclaba con la tensión por el clima político existente, que estalló en la ciudad en la madrugada del día 18 de julio. Durante las horas que duraron los primeros enfrentamientos, decenas de deportistas se sumaron a las filas republicanas para combatir al bando sublevado, muriendo algunos de ellos. Sofocadas las primeras acometidas, se celebraría una ceremonia de despedida para los atletas. Muchos de ellos se quedarían para seguir combatiendo, otros muchos regresarían a España en los siguientes meses y el resto volvieron a casa, donde difundirían lo que estaba ocurriendo en España.
Oliver Law
La figura de Oliver Law rompió con la regla general sobre la exclusividad de los blancos en altos puestos militares, especialmente del país del que provenía, EE. UU, donde los negros sufrían una segregación en todos los ámbitos de la sociedad. A su llegada a España, el texano de 37 años contaba con experiencia militar en el ejército norteamericano, además de ser miembro del Partido Comunista estadounidense. Durante la batalla del Jarama, su valentía y destreza le sirvieron para ascender a comandante del batallón Abraham Lincoln. La destreza de Law hizo que tuviera una gran reputación entre sus camaradas, llegando a ser entrevistado en la batalla del Jarama, declarando: «Vinimos a acabar con los fascistas… algunos de nosotros debemos morir cumpliendo esa misión. Pero lo haremos aquí en España, tal vez deteniendo de paso el fascismo en Estados Unidos sin tener que librar allí grandes batallas».
Las palabras de Law eran sinceras, y poco después lo pagaría con su propia vida. Durante la batalla de los cerros de Romanillos y del Mosquito halló su trágica muerte. Tras un avance de las tropas del batallón Lincoln, las balas enemigas acabaron impactándole. Herido de muerte, el comandante acabó muriendo poco después. Su entierro se realizó en la propia colina y con una tabla de madera que, según uno de sus ayudantes, Harry Fisher, decía «Aquí yace Oliver Law, el primer negro estadounidense que estuvo al mando de estadounidenses blancos en combate». Posteriormente la ubicación de su tumba pasaría a ser un completo misterio, pues no ha sido posible encontrarla todavía.
Libros a prueba de balas
Durante los primeros compases de la Guerra Civil las Brigadas Internacionales tuvieron que demostrar entereza y eficacia para evitar que Madrid cayese. Uno de los episodios, y uno de los primeros, más importantes de la defensa de la capital, se desarrolló en Ciudad Universitaria. Aquí, ambos bandos tuvieron que usar todas sus tropas disponibles para poder avanzar o defender sus posiciones. Durante los combates, muchos brigadistas, ante la destrucción de los cristales en las ventanas y los edificios de las facultades, usaron los libros como defensa ante la lluvia de balas del enemigo. Resultaron ser muy eficaces, y en varias ocasiones salvaron la vida de los brigadistas. Las facultades de Filosofía, Medicina y Farmacia sirvieron como refugio para los brigadistas, mientras que la casa de Velázquez y la facultad de Arquitectura lo fueron para las tropas franquistas. Todo ello bajo numerosos bombardeos de la artillería y el fuego cruzado de los soldados y los T-26 soviéticos con los tanques alemanes e italianos. Por todo ello, la batalla de Ciudad Universitaria sería recordada por los numerosos brigadistas que la vivieron.