domingo, diciembre 22, 2024

Conflicto en Siria: el escenario 23 años más tarde

En Siria, HTS y Turquía desafían el vacío de poder mientras los kurdos resisten.

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El mapa político y militar de Siria sigue siendo un campo de batalla donde convergen intereses internacionales, insurgencias locales y proyectos emancipatorios. A más de una década del inicio del conflicto, los ecos de la revolución siria se han diluido. Estos han dado paso a una fragmentación donde facciones yihadistas como Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y grupos rebeldes pro-turcos han protagonizado recientes ofensivas que sacuden la estabilidad precaria de la región.

HTS, sucesor directo del Frente al-Nusra y con vínculos históricos con Al Qaeda, ha reafirmado su control sobre Idlib, el último bastión rebelde significativo. En esta ocasión, han coordinado ataques contra las fuerzas gubernamentales sirias, aprovechando la debilidad estructural del régimen de Bashar al-Assad. Paralelamente, los grupos armados patrocinados por Turquía han redoblado sus operaciones en áreas clave del norte del país, consolidando una agenda expansionista que amenaza la integridad territorial siria.

Desde el inicio del conflicto, Turquía han jugado un papel dual, explotando la narrativa del apoyo a los rebeldes para consolidar su influencia regional mientras combate de manera implacable a las fuerzas kurdas. La presencia turca en el norte de Siria no se limita a una intervención militar. Ankara ha facilitado la creación de enclaves donde impone su hegemonía política, económica y cultural.

Esta estrategia está directamente relacionada con la obsesión turca por frenar el avance kurdo en la región. La Unidades de Protección Popular (YPG), componente principal de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), han sido durante años un objetivo prioritario para el gobierno de Recep Tayyip Erdogan. La cuestión kurda es vista por Turquía como una amenaza existencial, lo que ha llevado a Ankara a actuar como un garante de los grupos islamistas más reaccionarios con tal de debilitar la posición kurda.

El resurgimiento de ofensivas yihadistas coordinadas con los intereses turcos no es casualidad. Con el respaldo material y logístico de Ankara, estas facciones buscan socavar la presencia kurda. Al mismo tiempo, buscan afianzar su control sobre zonas estratégicas, desde Afrín hasta Ras al-Ain. La complicidad de Turquía en la expansión de la influencia yihadista expone una agenda que prioriza su lucha contra los kurdos por encima de la estabilidad regional.

Un proyecto revolucionario bajo asedio

En contraste con la vorágine reaccionaria que representan HTS y los grupos respaldados por Turquía, los kurdos buscan la transformación social y política en Siria. Inspirados por las ideas del confederalismo democrático promovido por Abdullah Öcalan, las comunidades kurdas han establecido una administración autónoma que desafía las lógicas estatales y autoritarias.

Sin embargo, este proyecto revolucionario enfrenta una constante amenaza. En la actualidad, la ofensiva yihadista liderada por HTS representa un nuevo capítulo en esta larga batalla por la supervivencia.

Pese a ello, las YPG y las SDF han demostrado una resiliencia notable, rechazando incursiones en zonas clave como Kobane y Qamishli. Su resistencia no solo es militar: la gestión de las regiones autónomas kurdas han sentado las bases para una alternativa viable al caos y sectarismo que domina el resto del país.

Mientras los actores locales luchan por redefinir el futuro de Siria, las potencias internacionales han jugado un papel ambiguo. Rusia e Irán, principales aliados del régimen sirio, han priorizado la defensa de sus intereses estratégicos sobre cualquier intento de estabilización duradera. Sus intervenciones han sido eficaces para mantener a Assad en el poder, pero insuficientes para erradicar la amenaza yihadista o frenar la expansión turca.

Por otro lado, Estados Unidos y sus aliados occidentales han oscilado entre el apoyo limitado a las SDF y la negligencia estratégica. Aunque la coalición liderada por Washington jugó un papel clave en la derrota territorial del Estado Islámico, su compromiso con los kurdos se ha mostrado frágil y condicionado por prioridades geopolíticas más amplias. La retirada parcial de tropas estadounidenses en 2019 fue un golpe devastador para la seguridad kurda. Esto dejó un vacío que Turquía y HTS no tardaron en aprovechar.

El conflicto sirio no puede entenderse sin reconocer la centralidad de la cuestión kurda y su impacto en la dinámica regional. En un escenario dominado por actores reaccionarios y agendas imperialistas, la resistencia kurda representa una esperanza para las fuerzas progresistas de todo el mundo. Su lucha no es solo contra el yihadismo, sino también contra el autoritarismo y la injerencia extranjera que han perpetuado el sufrimiento del pueblo sirio.

La solidaridad con el pueblo kurdo no debe limitarse a declaraciones simbólicas. Es imperativo denunciar la complicidad de Turquía con las fuerzas yihadistas. También exigir el cese de las agresiones contra las regiones autónomas y promover una solución política. Teniendo en cuenta que esta debe respetar el derecho de los kurdos a la autodeterminación. En este contexto, la lucha kurda es un frente clave en la batalla global contra el oscurantismo y la opresión.

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