El reciente intento del presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, de imponer la ley marcial en medio de una crisis política interna ha puesto a la nación en un delicado punto de inflexión. La medida, que duró apenas seis horas, expuso las tensiones subyacentes en una de las democracias más robustas de Asia, desatando una tormenta de reacciones internas y externas que evidencian la fragilidad de la estabilidad de la península coreana.
Corea del Sur, una nación clave en el tablero geopolítico de Asia-Pacífico, enfrenta presiones externas significativas, principalmente por su proximidad a China y Corea del Norte, y su rol como aliado fundamental de Estados Unidos. En este contexto, Yoon, quien asumió el poder en 2022, ha priorizado políticas de defensa y endurecimiento frente al régimen de Pyongyang. Sin embargo, sus acciones recientes sugieren una desconexión de las dinámicas internas del poder y las expectativas democráticas.
La declaración de una ley marcial fue un movimiento que sorprendió tanto a la comunidad internacional como a los ciudadanos surcoreanos. Según informes, Yoon justificó la medida como una reacción contra “políticas y actos antiestatales” promovidos por la oposición. Sin embargo, esta estrategia, típicamente reservada para escenarios de grave amenaza nacional, fue percibida como un intento de aferrarse al poder en medio de una caída drástica de su popularidad y escándalos políticos relacionados con su círculo cercano.
La respuesta fue inmediata y contundente. La oposición política, encabeza por el Partido Democrático, logró convocar una sesión de emergencias en el Parlamento para votar la revocación de la ley marcial, contando con el apoyo de 190 legisladores. Al mismo tiempo, miles de manifestantes se congregaron en las calles de Seúl, simbolizando un rechazo masivo a cualquier intento de militarizar la política. En un giro inesperado, incluso miembros del propio partido del presidente condenaron públicamente la medida, debilitando aún más su posición.
El papel de los militares fue ambiguo, ya que, aunque inicialmente apoyaron la directiva de Yoon, finalmente permitieron a los legisladores sesionar. Este detalle subraya una grieta dentro de las filas castrenses, un factor que podría ser determinante en el desenlace de esta crisis.
En término interno, este episodio ha revelado las tensiones entre la Presidencia y otras instituciones de gobierno. En un país que experimentó dictaduras militares en el pasado, el retorno de soldados a las calles generó una ola de indignación que amenaza con transformar el panorama político. De confirmarse la destitución de Yoon a través de un juicio político, Corea del Sur podría enfrentarse a elecciones anticipadas en un momento de gran incertidumbre.
Desde una perspectiva internacional, los aliados de Corea del Sur, especialmente Estados Unidos, observarán de cerca el desarrollo de esta crisis. La estabilidad en Seúl es crucial para la estrategia de contención frente a Corea del Norte y el creciente poder de China en la región.
La experiencia reciente de Corea del Sur subraya un principio fundamental en la geopolítica: el poder militar sin legitimidad política es insostenible. Yoon Suk Yeol, en su intento de consolidar su autoridad, ha acelerado su debilitamiento. La lección para las democracias contemporáneas es clara, la fuerza nunca puede sustituir al consenso, y cualquier desvío del orden constitucional inevitablemente desatará fuerzas que puedan cambiar el curso de la historia.