A lo largo de estas semanas hemos podido apreciar actos de vandalismo a obras culturales con motivo de “progresismo climático” o si bien queremos llamarlo, “ingenuidad”. Esto, es debido a las desfiguraciones que ha sufrido la obra La Venus en el espejo de Velázquez en Londres por un grupo de activistas que responden al nombre de “Just stop oil” cuya iniciativa es, citando a John Paul Stonard y Simon Diggins: “El fin inmediato de las nuevas licencias y extracciones de petróleo y gas, voces que el gobierno británico ha ignorado por completo”.
A fin de cuentas, este grupo fue a parar la cultura para reivindicar un movimiento financiado por Climate Emergency Fund. Así pues, es clara que la posición de esta comunidad en pro de la supresión de extracción de petróleo se haya traducido en un movimiento a favor de la erradicación de la cultura sin motivo alguno. También, a fecha de 14 de octubre de 2022 arrojaron sopa de tomate a la obra Los girasoles del neerlandés Vincent Van Gogh.
Atravesemos el canal de La Mancha y aterricemos en Peña Piñera, León cuya pintura rupestre mejor conservada ha sido tallada a piedra por algún paria que se encontraba en condiciones idóneas de quitarle el precio de decenas de miles de años de historia. La Guardia Civil ya ha procedido a su búsqueda y captura.
Vean ustedes en resumidas cuentas que las organizaciones activistas aún tienen la decencia de dar nombre y apellidos por una lucha perdida, puesto que lo más lógico sería dar el golpe a las instituciones que financian dicha extracción de combustibles fósiles, no a la cultura.
Pero, aquello que aún hace rabiar de más es que el individuo haya de prestarse un libertinaje para deshonrar el patrimonio cultural, que es fuente de la historia que hemos, estamos y habremos conocido.