viernes, julio 5, 2024

Desmitificando el mito liberal del Imperio Británico

Ni ética del trabajo protestante, ni capitalismo, ahorro y trabajo duro el desarrollo económico del imperio tuvo el apoyo de un ente fundamental: el estado

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En política, la consecución del poder se alcanza normalmente a través de la imposición del relato. A menudo, los debates económicos de cualquier ámbito suponen una competición por analizar quién tiene mayor capacidad para distorsionar o simplificar la narrativa de la manera más cercana a su respectiva posición ideológica. El discurso populista, se limita a plantear soluciones sencillas y elementales a problemas estructurales que padecen nuestras sociedades.

Esto, está sucediendo en la actualidad con un capítulo bastante importante y extenso de la historia del pensamiento económico; su relato ha sido alterado recientemente por esta máquina del fango llamada política, con la irrupción del movimiento libertario, especialmente en internet. El auge de colectivos: anarquistas, liberales o anarcocapitalistas está en pleno auge; aunque por desgracia, la cotas de adeptos que han alcanzado alrededor de toda la escena mediática es inversamente proporcional al conocimiento histórico que proyectan la gran mayoría de sus líderes

Si realmente el liberalismo económico es aquel “marco para las utopías” que tanto pontifican economistas, periodistas, divulgadores y demás… La cuestión que deberíamos lanzar al aire sería, ¿Ha sacado de la pobreza a los países más humildes?, cuando lo cierto es, que solo podremos decir  concluir indudablemente con un no. Esta respuesta, solo puede ser legitimada analizando y desmintiendo los bulos extendidos sobre esta corriente; lo cierto, es que el ideal librecambista no ha conseguido impulsar jamás los sectores estratégicos de ningún país, más bien todo lo contrario.

Por ello, si se supone que la ética protestante del trabajo duro y el capitalismo consiguió industrializar exitosamente el Reino Unido, lo suyo sería comparar qué parte del relato se corresponde con la realidad, y ha sido tergiversada burdamente por la historia. 

El Reino Unido, fue el primer país en industrializarse y la madre de la Primera Revolución Industrial. Para comprender las claves de su desarrollo, debemos situarnos bajo los años de gobierno de Robert Walpole el considerado el primer Primer Ministro de la historia de Gran Bretaña entre 1721 y 1742, de esta manera, ocupaba un rol parecido a los validos en España. Para poder comprender las políticas llevadas a cabo por el dirigente, es necesario analizar una de sus frases más célebres, en 1721 reseñaba que: “Es evidente que nada contribuye tanto a promover el bienestar público como la exportación de bienes manufacturados y la importación de materias primas extranjeras. Esta frase, deja entrever cuál era su posición respecto al comercio, su principal interés: era hacer de Inglaterra la fábrica del mundo y relegar al resto de países a ser  meros proveedores de sus industrias.

Por ello, elaboró una serie de políticas centradas: al aumento de aranceles de manufacturas importadas del extranjero, la eliminación completa de aranceles a la importación de materias primas (para así nutrir a sus respectivas empresas de material con el que producir), regulaciones para garantizar la calidad de productos exportados, creando una marca inglesa que garantizara al consumidor una mercancías de calidad, subsidios a la exportación de telas de vela y lonas en (1733) junto a las de azúcar refinado en (1732),  junto a nuevos subsidios a la exportación de pólvora (1722) y la seda (1731). El Imperio Británico ejerció como algo parecido a lo que se suele llamar “imperio depredador” instrumentaliza a sus colonias para poder desarrollar sus industrias; al no tener un estatus de territorio nacional, eran una simple herramienta para enriquecerse a largo plazo. 

Desde 1699, se prohibió vía la Wool Act la exportación de prendas de lana desde las colonias a terceros países, la lógica detrás de esto, obedece a una estrategia básica desmantelar a la competencia para controlar el mercado, poniendo fin a la industria de lana en América. Además, se hizo cuanto se pudo para prohibir la construcción de laminadoras y cortadoras de acero en territorios americanos,  se suprimieron los impuestos a la importación desde Inglaterra de diversas materias primas, haciendo justo lo contrario en El Nuevo Mundo, prohibiendo incluso las exportaciones de sus colonias que pudiesen competir con sus propios productos.

Un concepto del que no se suele hacer referencia en la actualidad debido a la globalización que ha permitido la universalización de conocimientos es el espionaje industrial; este pretendía evitar que otros países obtengan personal cualificado con el que pudiesen desarrollar sus Industrias. Para protegerse de esto, se aprobó una ley en 1719 para prohibir el traslado o migración de trabajadores cualificados especialmente ligados con la industria de: lana, hierro, acero y latón. Tan rigurosos eran con su mano de obra, que se encargaron de exhortar habitualmente a sus trabajadores con la posibilidad de perder derechos de propiedad y de ciudadanía en caso de que estuviesen más de 6 meses en el extranjero. En 1750, se sumó al Ordenamiento Jurídico Británico la promoción de exportar utensilios de valor utilizados en las industrias de seda y lana. 

Llegado a un punto considerable de crecimiento, Adam Smith argumentó en su libro “La Riqueza de las Naciones” de 1776 que se debería haber ido retirando las medidas proteccionistas. El argumento detrás de esto, era que si se seguía protegiendo a las empresas de la competencia, no se daban incentivos para que pudiesen modernizarse o hacerse más eficientes. A pesar de ello, las medidas estuvieron en vigor aún bastante tiempo después de que Smith pronunciará sus advertencias. No fue hasta la primera mitad del siglo XIX que se decidió abolir las leyes de prohibición de emigraciones y exportación de herramientas al extranjero. 

Por último, deberíamos incluir una tabla comparativa con respecto a los porcentajes de  aranceles medios, que no máximos, aplicados a los productos manufacturados entre 1820 y 1950. Si observamos el gráfico, observamos la demoledora diferencia inicial entre la Gran Bretaña y el resto de naciones europeas con respecto a la protección que brindaban a sus industrias. Dado que su desarrollo que venía desde un siglo antes le permitió retirar los aranceles a prácticamente 0 de manera temprana, las empresas dejaron de reclamarlos para buscar obtener tratados de libre comercio. 00

¿Dónde está el libre comercio? ¿Dónde está la autorregulación del mercado? ¿No se supone que los aranceles podrían retrasar el desarrollo económico de las naciones? Lo cierto es, que tras toda esta orgía proteccionista, se deja entrever la importancia del intervencionismo estatal en cooperación con la iniciativa privada. Inglaterra protagonizó en solitario la primera Revolución Industrial, y sería la indiscutible primera potencia, hasta el momento que otras naciones se revelaron y aplicaron a su manera el verdadero modelo británico; Corea del Sur, Alemania, Francia y especialmente los Estados Unidos aplicaron activamente este tipo de políticas durante su desarrollo.

3 COMENTARIOS

  1. Creo que sumamente injusto meter a los anarquistas en el mismo saco que los ancaps y los liberales, si bien estos primeros se oponen al estado, se oponen tanbién al neo-feudalismo empresarial, mas tendrían en común ancaps y liberales a nivel político con un monárquico medieval, que con un anarquista.

  2. Es mas, creo sinceramente que deberíamos referirnos a estas nuevas corrientes que basan toda su cosmovisión política en el «divino derecho a la propiedad» de «neo-feudales», mas que de liberales, por respeto a los liberales de épocas pretéritas que tenían la sesera un poco mas rugosa que los actuales.

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