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Disidencia o pragmatismo polĂ­tico

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En el núcleo del Partido Socialista se está reacomodando una dinámica de enfrentamiento entre sus personalidades más populares y respaldadas por el apoyo electoral. En este caso nos referimos al choque de posiciones entre la cúpula del partido afín al presidente del gobierno Pedro Sánchez y el presidente de la autonomía de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page

Cuando la rivalidad entre Susana Díaz y el mismo Sánchez ya se siente como agua pasada, una nueva batalla se está librando a raíz de posturas que se contraponen en suma a distintos gestos y declaraciones, por las que nuestro protagonista de hoy es bastante aclamado.

Si remontamos la vista a la crisis interna del partido en 2016, cuando era noticia el debate de investidura a favor del Partido Popular, con Mariano Rajoy como presidente del gobierno, las dos derivas ideolĂłgicas que manifestaban los miembros más relevantes de la formaciĂłn socialista comenzaban a ser incompatibles en un mismo espacio polĂ­tico. Encontrábamos el grupo de los oficialistas, afines al sanchismo y en contra de abstenerse en la investidura. TenĂ­an como alternativa formar una coaliciĂłn junto a otros partidos como Ciudadanos, Podemos y los partidos nacionalistas e independentistas de Cataluña y Euskadi, mientras que, por otro lado, se ubicaban los crĂ­ticos con los cercanos al por entonces secretario general del partido. Esta escisiĂłn fue apoyada por figuras como Page, Ximo Puig o Carme ChacĂłn, incluso respaldada en varias ocasiones por Felipe González y JosĂ© LuĂ­s RodrĂ­guez Zapatero y liderada por Susana DĂ­az. 

La disputa se resolvió con la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general y diputado, y la abstención en la última investidura que le otorgó la presidencia a Rajoy en octubre de ese mismo año. Sánchez volvería en las primarias del año siguiente para enfrentarse a Díaz, retomando su puesto en la secretaría general. A la vez, se condenó a la sevillana a la segunda línea de un partido que, por menos de un 1% de los votos, no pudo perdonar los casos de corrupción en los que se vio involucrado su gobierno de la autonomía andaluza.

Es, tras la derrota de Susana Díaz, que el grupo de los críticos comienza a verse opacado por un PSOE reconstruido en la idea del consenso multipartidista, que asume el fin del bipartidismo que protagonizaba los comicios desde el inicio de la democracia española. Al mismo tiempo, el exalcalde del municipio de Toledo, García-Page, llevaba gobernando Castilla-La Mancha desde el 2015, presidencia que aún sigue regentando, pasando relativamente desapercibido a nivel nacional y, recordemos, obtuvo gracias al apoyo de Podemos, en un parlamento en el que el PP tenía mayoría.

En 2018, después de la moción de censura exitosa del PSOE de Sánchez al gobierno de Rajoy, es cuando la rivalidad entre estos dos barones comienza a ser noticia, y es que el manchego se opone rotundamente al acercamiento a Podemos, intentando un acuerdo entre Ciudadanos y su partido para las siguientes elecciones de forma inefectiva. Además, siempre se mantuvo alejado de posturas nacionalistas en cuanto a la cuestión territorial, apoyando el progreso en paralelo de su región y el estado y manifestándose «firme» ante cualquier demanda que los partidos independentistas exigiesen a cambio de su apoyo en el Congreso de los Diputados.

Más adelante, con el estreno del gobierno de coalición y la crisis del COVID-19 comienzan las discrepancias en cuanto a la práctica, con sucesos como declaraciones convulsas de Page minimizando un virus que posteriormente asolaría al mundo, llegando a calificarlo como una simple gripe, alargando las clases escolares hasta el último momento y contradiciendo tanto las indicaciones de organismos internacionales como la OMS, como la deriva de su partido en otros territorios.

Este presidente siempre ha tomado las decisiones de forma relativamente unilateral, llevando por bandera que no está sometido a presiones partidistas, obviando y siempre fluctuando en los lĂ­mites de la disciplina de partido que caracteriza a los diputados y gobernantes de los distintos territorios de tradiciĂłn franco-europea conforme a su propio partido. 

Luego de varios rifirrafes sobre sí las mascarillas hoy si, mañana no, y viceversa; o el dilema de las fases del confinamiento, García Page protagonizaba ya la rivalidad más notoria entre los socialistas, así que no dejó escapar la ocasión de declarar en contra de los indultos a favor de los presos por los sucesos acontecidos en Cataluña el 1-O, en 2021, los pactos con Bildu, la eliminación del delito de sedición entre 2022 y 2023, y la aún no en vigor y polémica Ley de Amnistía de los prófugos que no fueron judicializados por el procés

Todos estos «favores» concedidos por el gobierno de Sánchez al independentismo catalán y al nacionalismo vasco para sacar adelante las propuestas de su anterior legislatura y para mantenerse en el poder, ahora junto a Sumar, no han sido bien digeridos por los restos del ala crítica de su partido y, en especial, por Page. El toledano fue noticia durante toda la semana del debate de investidura del día 15 de noviembre del pasado año, debido a su candente disidencia con la deriva multipartidista y el rumor de oponer a los 5 diputados que consiguieron los socialistas en Castilla-La Mancha con el objetivo de impedir una investidura a ese precio.

El caso es que la popularidad que gana con este discurso de confrontación no está contrastada con la realidad a la que se suman disonancias como cuando el pasado 25 de enero dijo que «comparte el 90% de lo que hace su partido y Pedro Sánchez».

En definitiva, ante las situaciones que amenazan el modelo territorial y actual de España, la soberanía de las instituciones estatales y la integridad del estatus sociocultural; como no se esperaba de otra manera, solo encontramos políticos que se nutren del discurso que atrae a su votante objetivo y que, ni mucho menos, son fieles a unos principios o tienen el valor de llevarlos hasta sus máximas consecuencias, ni se acercan a aplicarlos de forma pragmática.

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