El fútbol moderno y el negocio son un binomio con varias vertientes. Desde amaños de partidos hasta jugar con las ilusiones de los futbolistas. El espectro es variopinto. Los representantes y las agencias manejan los tiempos y calculan los precios para maximizar sus beneficios. Una vez que la estrella se disipe, quedará en el olvido para el representante y el viento se llevará los restos.
A nivel profesional, las cartas del juego son claras y los implicados conocen las pretensiones de las partes. El problema radica, cuando el juego marcha hacía los límites de la moralidad. Los jugadores africanos son un blanco fácil para las agencias. La ilusión por salir de una situación extrema precipita las decisiones de los implicados. Unas veces por desconocimiento- la mayoría siguen este patrón- o por no reflexionar las condiciones, dejan a los deportistas en las garras de las agencias. Con el dinero en el bolsillo, los agentes han conseguido su objetivo y las personas son usadas como mercancía. La rueda ha comenzado a girar.
Esfuerzo sin recompensa
Un viejo dicho expresa que: «El trabajo duro vence al talento». En varios campos, la regla se mantiene, pero en el Planeta Fútbol no es la regla general. El esfuerzo y el trabajo son innegociables, pero la suerte y las oportunidades no son infinitas. En el fútbol base, un niño de 12 años, puede quedarse sin equipo a un día de comenzar la competición. Nadie tiene la garantía de conseguir su sueño. La calidad no te asegura un puesto.
Dejando en fuera de juego, los factores externos como la noche, las malas compañías o la falta de medios, el esfuerzo no asegura nada. El drama y las decepciones llevan a evitar cualquier relación con el esférico. Incluso, en los casos más extremos, las sustancias estupefacientes son la solución para evadirse de la realidad.
El mercantilismo de las ilusiones rotas
Las mafias y las representantes embaucan a jugadores africanos, asiáticos o latinos para conseguir sus servicios. Una vez en España, la realidad da paso a los sueños rotos. Y es que las palabras se las lleva el viento. Desde Guinea Bissau, han desembarcado más de 900 soñadores en las costas gallegas. En el mejor de los casos, quienes siguen con el balón en los pies, militan en Tercera División. Una vez las piezas se han movido y el jaque se ha terminado, las promesas se evaporan.Los futbolistas derrotados y sin un futuro determinado, acaban en una nueva rueda, la de la explotación laboral. Los trabajos precarios y los sueldos irrisorios son la única esperanza para las jóvenes estrellas. Una vez más, la mentira y las falsas promesas han acabado con las ilusiones de los jóvenes. Las mafias han derrotado al honor y los principios de las soñadoras estrellas africanas.