Un autónomo en Granada, una pequeña empresa de logística en Valencia o una librería en Vigo comparten algo en común: pagan sus impuestos sin escapatoria posible. Mientras tanto, gigantes como Amazon o Google seguirán beneficiándose de acuerdos internacionales que les permiten librarse de parte de esa carga. El último movimiento del G-7, con el aval de Trump, abre una herida difícil de cerrar: Estados Unidos ha logrado que sus multinacionales queden exentas del impuesto mínimo global del 15 %.
Ese impuesto, pactado en 2021 bajo el paraguas de la OCDE, nació para poner fin a un escándalo recurrente: que las grandes tecnológicas tributasen en paraísos fiscales pese a obtener beneficios millonarios en otros países. La promesa era clara: obligar a pagar allí donde se genera la riqueza. Pero el acuerdo del G-7, lejos de reforzar ese principio, lo ha desactivado para las compañías estadounidenses.
En España, la sensación es de injusticia. Aquí, los autónomos y pequeñas empresas pagan sus impuestos rigurosamente mientras que las grandes empresas digitales que ocupan buena parte del mercado compiten con ventaja fiscal y pagan mucho menos de lo que correspondería.
El resultado es evidente: más presión sobre quienes no tienen capacidad de negociar con gobiernos o de mover sedes de un país a otro. Y, sobre todo, la idea de que el esfuerzo se reparte siempre de manera desigual. Esa sensación, compartida por miles de trabajadores y pequeños empresarios, va calando como un veneno en la confianza hacia las instituciones.
Quienes defienden el acuerdo alegan que evita choques fiscales entre bloques y garantiza cierta estabilidad internacional. Pero en la práctica, lo que se garantiza es que los más poderosos no asuman el mismo esfuerzo que el resto. La igualdad ante el fisco queda en papel mojado, y el mensaje es demoledor: si eres grande, siempre tendrás un salvavidas.
Al final, la conclusión es amarga: en España, los impuestos los pagan trabajadores y pequeñas empresas, mientras las grandes multinacionales norteamericanas reciben un trato de favor que las exime de su parte. Y esa injusticia, al final, la soportamos todos.