El pasado martes 14 de noviembre el Senado FrancĂ©s ha aprobado la nueva Ley de extranjerĂa. En diciembre se debatirá en la Asamblea donde Macron, recordemos, está en minorĂa. Desde 1980 llevan en el paĂs vecino unas 30 reformas de las leyes de inmigraciĂłn, unas 100 si contamos desde 1945.
Es un tema recurrente en la polĂtica europea desde los procesos de descolonizaciĂłn de mediados del siglo pasado y de las malas polĂticas migratorias que durante dĂ©cadas han aplicado gobiernos de todo color.
El texto que irá a la Asamblea Francesa en diciembre tiene un poco de todo: medidas para endurecer la llegada y establecimiento de nuevos emigrantes, contra la delincuencia, procesos de integración… aderezado con el loable e improbable horizonte de contentar a todos los interesados.
Entrando en materia, hay que decir que respecto al control de flujos en las fronteras, la propuesta sigue descargando la responsabilidad en la UE y en tratados con los paĂses emisores. En realidad nada nuevo, seguirá la dura dinámica de las pateras. Se agilizarán los trámites de asilo y expulsiĂłn.
TambiĂ©n introduce algo muy demandado por la sociedad: cambios en la ley para poder expulsar a quienes cometan delitos, eliminando las facilidades que tenĂan por ejemplo los que llegaron a Francia con menos de 13 años, que no podĂan ser expulsados. Ese fue el caso del islamista que apuñalĂł a un profesor al norte del paĂs. SegĂşn el ministro del Interior, GĂ©rald Darmanin, estas reformas permitirán expulsar a 4.000 delincuentes extranjeros cada año.
Los matrimonios, a veces concertados y forzados y la reagrupaciĂłn familiar son las principales vĂas de regularizaciĂłn y entradas legales. Esta reforma pone normas para evitar los matrimonios fraudulentos o abusivos, fenĂłmeno que va en aumento tanto respecto a matrimonios celebrados en Francia como en el extranjero.
Se endurecen las condiciones para el asilo y la reagrupación familiar y se suprime la nacionalidad automática para los hijos de padres extranjeros nacidos en Francia.
En los procesos de residencia se exigirán tambiĂ©n condiciones de asimilaciĂłn, como hablar francĂ©s y respetar y conocer los valores republicanos. Esto es importante aunque existen ya grandes bolsas culturales en el paĂs donde ni se habla francĂ©s ni se tiene el más mĂnimo respeto por esos valores.
La propuesta que ahora aprueba el Senado francés va por el buen camino, aunque viene tardando, deja en el tintero algunos temas importantes, quizá por polémicos, como la masificación por barrios, el desarraigo cultural, y la delincuencia organizada, entre otros.
En general se echan de menos medidas encaminadas a normalizar la incendiaria situaciĂłn interior: actuar contra la formaciĂłn guetos y devolver el control policial a todo el paĂs. El trabajo es el gran vector de integraciĂłn, con la necesidad de suprimirse las pagas incondicionales a cambio de oportunidades de empleo y formaciĂłn. En general, las medidas de la nueva Ley se pueden calificar con tres palabras: tardĂa, tĂmida y precaria.
TodavĂa queda por ver, si se aprueba en la Asamblea, cĂłmo reacciona la sociedad francesa. Parte de la izquierda y desde luego las ONG, se oponen a cualquier endurecimiento de las condiciones de acogida. Se plantean el asunto como el avestruz, negando el problema e ignorando las consecuencias a futuro que este modelo migratorio va a tener sobre todos nosotros. TambiĂ©n habrá que ver cĂłmo reaccionan los banlieue (suburbios) o los grupos radicalizados o los de extrema derecha: los otros actores.