De más 1.500.000 de personas a menos de 65.000 en menos de 10 años, la Diada y el movimiento independentista catalán están en mínimos históricos. Esto es resultado de la división dentro del movimiento, la fagocitación del electorado por parte del PSC y el nuevo problema de la cuestión migratoria.
Para entender este declive en su totalidad, debemos atender al origen del auge independentista. Como reflejó el estudio realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona, en 2014 la mayoría de las personas se identificaban con el independentismo, no por motivos etno-nacionalistas, sino por motivos económicos. Debemos tener en cuenta que esta encuesta se realizó durante el gobierno popular de Mariano Rajoy, que realizó duras privatizaciones y recortes aun estando en una crisis económica.
Como respuesta a esta nefasta gestión, la población catalana decidió que la mejor opción era separarse de España, no con la pretensión de formar un estado étnico catalán, sino con la intención de salvaguardar sus condiciones económicas como trabajadores.
Este descontento fué capitalizado por grandes partidos como CIU, JUNTS o Esquerra, que aprovecharon la desesperación del pueblo catalán para sus propios intereses particulares. Debemos recordar que todos los grandes partidos nacionalistas cargan sobre sus hombros una pesada mochila llena de tramas de corrupción, tráfico de influencias y puertas giratorias, siendo una de las más famosas el caso de Jordi Pujol.
Este sentimiento no hizo más que aumentar cuando el Gobierno decidió que la mejor manera de lidiar con un falso referéndum era alimentar la retórica independentista del estado opresor español. El referéndum no tenía ningún tipo de repercusión política más allá del show, sin embargo, enviaron a miles de antidisturbios a aporrear a civiles que estaban llevando a cabo un mero acto simbólico.
Toda esta espiral de crispación política llevó a la creación de la leyenda de Puigdemont, que pasó de ser un personaje más de la política catalana, a convertirse en un mártir de la revolución. Durante los siguientes tres años el movimiento independentista seguía atrayendo a las masas, pero ,poco a poco, fue perdiendo fuelle, ya que el espantapájaros del malvado español empezaba a ser insuficiente ante la cuestión migratoria.
A día de hoy el catalán promedio tiene acceso a una educación y una sanidad de mayor calidad que cualquier andaluz o extremeño. Cataluña es una de las comunidades autónomas más ricas y con menos tasa de paro, y, aunque la situación económica dista mucho de ser idónea, el problema principal ahora es la inmigración desbordada.
Los catalanes decidieron en su momento que la mejor solución a sus problemas era la separación con España, ya que el país «les robaba», impidiendo su recuperación económica. Ahora han entendido que, si no existe una cohesión nacional que haga frente a la crisis migratoria de manera conjunta, va a ser imposible recuperar esa sensación de seguridad física que sí tenía Cataluña. Esta parece ser ahora la mayor preocupación dentro del espectro electoral del independentismo catalán.
La falta de propuestas y de soluciones de Esquerra y Junts ha conseguido abrir una oportunidad clave para Alianza Nacional Catalana (ANC). Este nuevo partido político, es el único dentro del espectro del movimiento nacionalista propone un de plan contra la inmigración, lo que le ha llevado a hacerse con parte del electorado.
Esta situación ha desfondado mucho al movimiento independentista, que ahora se encuentra dividido en tres partidos. También ha auspiciado la subida de partidos que históricamente nunca han tenido gran peso en la política catalana, como son VOX y el PP.
El principal epicentro de este cambio es Barcelona, que también es la ciudad más afectada por la inmigración y la delincuencia. La inseguridad es la principal preocupación de los habitantes de la ciudad condal, por encima del acceso a la vivienda o el turismo, y por encima del independentismo, que ha pasado a ser un tema residual.