15 de agosto de 2025

Ya quedaba muy lejos aquel octubre...

Por todos es de sobra conocida...

Galicia: arde sobre abandonado

Fotografía del incendio forestal en Ponte Sampaio en 2016
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Ya quedaba muy lejos aquel octubre de 2017, aquel humo omnipresente, la impotencia de verte superado por la incompetencia de quien debía haber previsto que si existe una cantidad de combustible forestal considerable y las lluvias se retrasan en llegar, algo muy feo podría pasar. Pero eso ya pasó, y el resto de los años se fue apagando. Ardió el Xurés, ardió el Invernadero, pero ya retoñaría…

Lo primero que alguien piensa en Galicia es en verde, en monte, en agua en lluvia. Pero muchas veces la gente se olvida de quien ha hecho que por siglos y siglos ese monte siguiese allí. No son otros que los ganaderos, los agricultores, que han preservado todo como debe estar, han interaccionado con la naturaleza de forma simbiótica. Pero ya son décadas de asedio contra ese modo de vida. En los planes de la Unión Europea España ocupa el lugar de resort turístico privilegiado. Pero hay un problema, allí aún hay mucha gente, que a parte vive de forma muy dispersa, y sin pagar alquiler ni cuotas de residencia de nada, solo porque sus padres, sus abuelos y los abuelos de estos han vivido ahí toda la vida. Esto es un estorbo a todas luces. A esto súmale que aunque se haga lo indecible por conseguirlo, estos obstinados pueblerinos no les acaba de convencer la idea de vivir de su trabajo edificante y digno y pasarse a servir en masa como camareros y lacayos en resorts de lujo para gente que si deje un buen dinero al capitalismo global. Estos ganaderos a parte cuentan con un pecado original, algo que los hace fuertes y vulnerables al mismo tiempo: son poseedores de lo que trabajan y sus frutos, y son de los pocos sectores sociales que aún son autosostenibles, que en caso de catástrofe mundial aún se las podrían apañar bastante bien. Y como toda buena estirpe de hombre que pueblan Europa tienen la peor de las manías: se ven a si mismos como personas dotadas de dignidad, si los aprietan y los acorralas se defienden, y pretenden que esa misma dignidad sea trasmitida a sus hijos y que estos no mermen en su calidad de vida.

Este podríamos decir que es telón de fondo, el argumento último, luego ya estaría el plan concreto que se lleva desplegando desde hace décadas, pero que se ha materializado en la serie de mega incendios que llevan asolando Galicia desde esta semana. Por un lado una política de gestión del monte totalmente hippie, totalmente urbanita, que desconoce cómo funciona el rural y la naturaleza con la que este lleva relacionándose desde hace siglos. Chandrexa de Queixa tienen una de las mayores sierras en extensión de la zona del macizo central gallego, y en todas estas décadas desde que los pueblos se despoblaron y el monte pasó a ser algo secundario, no se ha hecho nada por evitar que se crease una masa forestal continua que fuese pasto de las llamas con facilidad. «Todos os anos arde Requeixo» ya es casi la contraseña para saber si alguna vez has trabajado en una brigada forestal en el distrito XIII. Pero este año el fuego no ha parado en Requeixo.

Por otro lado están las propias brigadas y los medios de extinción de incendios. Y es que, como no, en Chandrexa de Queixa no se dispone ni de brigada municipal, ni de la Xunta, ni de Motobomba. Alguien podría argumentar que la base helitransportada de Rio es próxima a Queixa, pero no debemos olvidar que ese helicóptero acude a todos os fuegos del distrito, no solamente a los de los concellos vecinos. Y este es quizás el ámbito más sangrante, una edad media de acceso a las brigadas de la Xunta que no es comprensible, unas condiciones laborables sangrantes por parte de las empresas privadas que gestionan los helicópteros, aportando un material más que deficiente a los trabajadores. Y luego unas brigadas de los concellos que compaginan la extinción con el desbroce, que suelen lidiar tanto con integrantes que suelen carecer de experiencia en incendios, como por otro lado gente de avanzada edad y escasa habilidad física.

Y es que el rural debe dejar de verse incluso por sus propios pobladores como algo secundario, como la reserva que resiste pasiva a los embates de la modernidad. El rural debe alzarse, porque está en juego ni más ni menos que su supervivencia. El enemigo es un sistema político ineficaz y corrupto, y un plan globalista encabezado por una Unión Europea que anhela que estos incendios se reproduzan por todo el continente, arrasando así con el último escollo de resistencia a nuestra subyugación total y absoluta.