Ya llevamos muchos años con los agricultores clamando en el desierto y cada vez se acercan más a menudo a las ciudades para reclamar un poco de decencia a unas autoridades y unos partidos que en el mejor de los casos los ignoran con cordialidad.
La aceituna, que está en boca de todos por sus precios desbocados, es uno de esos sectores que siendo emblemático está pasando una de sus peores crisis, hasta tal punto que, el mes pasado Unión de Uniones, presentó una iniciativa parlamentaria para solicitar ayuda para los sectores de la oliva y la vid, que están en situación extrema por la sequía y el aumento de los gastos (combustible, insumos…)
Se ha reducido la producción a la mitad ya varias cosechas y ha hecho que en los últimos 3 años el precio del aceite se haya disparado hasta en un 90%. Subida que por cierto no llega a los productores que además han bajado sus ventas. En Europa se pagan estos precios sin mucho problema, pero el mercado interior de una España en crisis crónica, se está resintiendo y es un nuevo apretón para las familias, que van teniendo que sustituirlo por otras grasas de peor calidad pero más baratas.
De todas las causas que están provocando este desastre, destacamos motivos políticos que no se nombran tanto pero participan en los acontecimientos de una forma significativa y están haciendo retroceder la agricultura en España. A la postre, se termina vaciando el territorio. Esto incumbe a la Unión Europea, Marruecos y la soberanía de España.
Las relaciones comerciales de la UE con Marruecos se basan en el “Acuerdo Euro-Mediterraneo de Asociación”, firmado en 1996 en el Marco del “proceso de Barcelona” y que entró en vigor en el año 2000.
Dentro del proceso de la globalización, la UE estableció una serie de acuerdos con los distintos países del área mediterránea. Fue un proyecto de colaboración regional impulsado por el gobierno de España e iniciado por la Unión Europea en la cumbre euro-mediterránea de Barcelona, en 1995. Esta se presentó en sociedad con las ropas de la colaboración cultural, la defensa de los derechos humanos, la promoción de la democracia liberal en África y los tópicos al uso. Pero a nivel económico, de lo que se trataba era de la creación de una zona de libre comercio, es decir: un lugar donde las normas nacionales y europeas puedan violentarse y donde ningún país pueda protegerse de los abusos del «mercado». Tal cual.
El acuerdo fue denunciado por todas las asociaciones agrarias en su momento (2012) y recurrido por COAG ante el Tribunal de Justicia Europeo, por vulnerar la legalidad. El principal argumento fue el de competencia desleal ya que Marruecos al no tener que cumplir con las normativas europeas en materia laboral, medioambiental o social, juega con ventaja ante los agricultores europeos que sí están obligados a cumplir las normas. En este sentido, cabe recordar que hace algunas semanas se detectaron aceitunas marroquíes con altos niveles de un pesticida prohibido por la UE.
Estos acuerdos, conceden un trato preferencial a la importación de los productos agrícolas del Reino Alauí, lo que está agravando la ya insostenible situación de los sectores primarios del sur de Europa. Uno de ellos la oliva, que se encuentra con que el producto marroquí la desplaza de los mercados europeos y nacionales aprovechando las ventajas del tratado.
Ante este panorama, el año pasado Bruselas traspasó 115.000 millones de Euros para “fortalecer la agricultura marroquí”. Entre otras cosas para plantar 600.000 oliveras que compitan con las europeas. Cosas veredes amigo Sancho. Estos sucesos son los que evidencian la falta de capacidad de decisión en asuntos que son de nuestra incumbencia: resulta increíble que una nación no pueda tomar medidas correctoras para defender a sus productores y consumidores. Sobre todo en sectores que no solo son importantes económicamente sino también tradicional y estratégicamente.
Pero vayamos un poco más allá: La Unión Europea promueve este tipo de políticas porque tal como está concebida es más de lo mismo: Una zona de libre comercio. Con una cara social y ciudadana que cautivó a la sociedad europea de posguerra, pero que ya está en horas bajas; con instituciones y sistemas de decisión poco representativos y una filosofía neo liberal y timorata ante USA o los grandes poderes económicos. No parece ya el sueño que fue el siglo pasado y se ha convertido en una herramienta más en el sistema capitalista junto con la moneda única, otra forma de hurtar soberanía a los países.