Todos conocemos la Mezquita-Catedral de Córdoba por su majestuosa arquitectura que ha fascinado desde su construcción a millones de personas por la belleza de su patio de los naranjos, por su laberíntico interior de arquerías superpuestas que hace de auténtico «bosque de columnas» o por la combinación entre el arte hispano-musulmán y el gótico y renacimiento católicos.
Es innegable que la supervivencia del monumento, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984, responde a un cambio en las políticas de borrado religioso o damnatio memoriae que se realizaban para eliminar el pasado de un lugar de culto de una religión anterior. Estas acciones las realizaba todo poder para imponer su culto, tanto musulmanes como cristianos. En concreto, en la Córdoba visigoda existía un complejo episcopal que podría incluir la Basílica de San Vicente Mártir sobre la que se levantó la posterior mezquita a finales del siglo VIII bajo las órdenes del Emir omeya Abderramán I. Con la conquista musulmana, el nuevo poder tuvo que eliminar los lugares de culto cristiano para convertirlos a la nueva fé. Esta destrucción y conversión se produjo de igual manera durante el avance cristiano, construyendo catedrales e iglesias encima de antiguas mezquitas, con sus excepciones.
Sin duda, la excepción más notable es la de Córdoba, que llegó a ser la segunda mezquita más grande del mundo y que, arquitectónicamente, se mantuvo gracias al poder católico, que la convirtió en Catedral en 1236 y la fue reformando hasta la apariencia actual, incluyéndose en la estructura naves góticas primero y elementos renacentistas como el crucero y las bóvedas, después.
En las últimas décadas el templo, que lleva ocho siglos de consagración a la fé católica, ha sido objeto de polémicas y discusiones acerca de su legítimo propietario y como con cualquier tema cultural, la nueva izquierda de España se posiciona contra la cultura nacional, reivindicando la Catedral de Córdoba únicamente por su pasado y apariencia de mezquita islámica. En esta línea, Enrique Santiago, secretario general del PCE y diputado de SUMAR por Córdoba ha avivado el tema nuevamente hablando de las «usurpaciones de la iglesia». En concreto, Santiago ha llegado a la conclusión de que no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que la Iglesia católica no ha construido la Mezquita de Córdoba y que por tanto «es evidente de que se la han apropiado indebidamente» al haberla inmatriculado «mediante las leyes de la dictadura y del Gobierno del PP».
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Pero, ¿cuál es la realidad de las afirmaciones del líder del PCE? Es evidente, como le gusta decir a Enrique Santiago, que el monumento no fue construido por la Iglesia, sin embargo, es evidente que la labor de la Iglesia ha sido fundamental en la configuración actual del edificio, reformando y construyendo ciertas partes como la torre, antiguo minarete islámico, o las naves cristianas. Tampoco es evidente dudar de la legitimidad de propiedad de la Iglesia porque ésta no hubiera empezado a construir el imponente edificio, en el que, insisto, se lleva profesando casi ochocientos años la fé católica, desde que Fernando III “el Santo” le diera en 1236 las llaves del templo al Obispo Lope de Fitero.