La ruina de una nación entera muy pocas veces viene por la negligencia de un determinado presidente o dirigente político, aunque estos puedan acelerarla. Las causas suelen ser mucho más profundas y están arraigadas en el pasado nacional. Este es el caso de Argentina, la cual a día de hoy pasa por uno de los momentos más convulsos (en cuestión económica) de su historia, con una clase trabajadora totalmente empobrecida, una deuda insalvable y unos vaivenes políticos que generan todo tipo de especulaciones.
La victoria de Javier Milei en Argentina responde a este clima, pues el presidente argentino se presenta como una solución radical al panorama económico del país, una reacción frente a la crisis sistemática que venía padeciendo desde hace ya muchas décadas. Desgraciadamente para los argentinos los cambios que busca hacer Milei en el país son muy similares a los que en un principio condujo a la economía nacional a la situación actual.
Intentaremos hacer un breve repaso por la historia económica de Argentina en un intento por comprender el estado en el que se encuentra actualmente.
De la colonia a la independencia:
Comenzaremos el análisis en el siglo XVIII. El desarrollo del capitalismo en Europa había traído consigo el colonialismo y posteriormente el imperialismo. Argentina, un país de gran cantidad y calidad de recursos, fue sometido al régimen colonial por las potencias coloniales europeas, más concretamente, por el Imperio Español. Posteriormente se incorporó a la economía mundial como proveedor de sus extensas materias primas y como comprador de productos manufacturados, algo característico de las economías de los antiguos territorios colonizados. Poco a poco las economías regionales tienden a su estancamiento debido a la incapacidad de competir con los productos creados en otros países como Gran Bretaña por su novedosa industria y su bajo coste productivo.
La Revolución de Mayo (que encamina al país hacia el proceso de independencia) consolida el papel de la ciudad de Buenos Aires como núcleo comercial portuario y se establece la filosofía política del “librecomercio” con el beneplácito de los comerciantes y las clases dirigentes, quienes se veían favorecidos por ella. El proceso de independencia acelera la transformación de una economía colonial a una inmersa en el comercio mundial. Mientras, se da un proceso de acumulación de tierra en manos de grandes propietarios.
Inicios del siglo XX
Se basa en el desarrollo productivo de la región pampeana, vinculada a la agro-exportación, con materias primas que en aquel momento Gran Bretaña necesitaba. La estabilidad política viene de la mano de Julio Argentino Roca (Partido Autonomista Nacional), ligado a los sectores hegemónicos fuertemente asociados al capital extranjero.
Es en este periodo cuando, gracias a la estructura de mercado y al ferrocarril, se reafirma la estructura latifundista dificultando el acceso a la tierra de los trabajadores rurales. Se establecía así la capitalización inmobiliaria de las grandes fortunas de la capital.
Los territorios coloniales en América van consiguiendo gradualmente su independencia política, sin embargo, están muy lejos de alcanzar la independencia económica ya que necesitan de los productos manufacturados del exterior. Esta dependencia de Argentina al mercado internacional lleva a la extranjerización de la economía. En la práctica conllevaba que una crisis internacional obstaculizara su economía, al no poder vender sus productos ni acceder a los que no podía producir por sí misma. Esto se vio en 1874, 1914 y 1930.
La competencia en el libre mercado imposibilita el desarrollo de la industria nacional. Antes de caer en el modelo proteccionista, que no beneficiaba a las élites ni a las grandes fortunas, se consiguió favorecer una explosión productiva gracias a la inversión de capitales extranjeros, que suponían el 42% del total. Así fue que Argentina podía reengancharse industrialmente a costa de tener una deuda externa pública que suponía 1/3 de la deuda pública de toda Latinoamérica.
En torno a 1920 se hacía evidente que el país no podía subsistir a base de inversiones extranjeras y exportación de materias primas.
La inestabilidad exterior e interior
El país sufrió las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y también del crack de la bolsa, haciendo bajar las exportaciones y creando un saldo negativo en la balanza de pagos.
Se puede decir que Gran Bretaña tuvo un papel protagonista en la situación desfavorable de Argentina. Los británicos habían establecido un arancel a la carne argentina y el gobierno, intentando enmendar la situación, firmó el pacto Roca- Runciman. En este pacto, Argentina se somete a una serie de concesiones, como un menor precio de compra de la carne. Sin embargo, las mayores concesiones fueron: la capacidad de revertir los beneficios de las empresas británicas que había en Argentina a su propio país, las ventajas arancelarias y la concesión de los medios de transporte públicos de Buenos Aires a una empresa británica.
Los distintos gobiernos fueron cómplices de esta venta del país a intereses extranjeros, lo que llevó a un clima de inestabilidad política que favoreció los golpes de estado. En 1946 llegó al poder Domingo Perón, que inició una serie de reformas dándole un mayor peso al estado, apoyo a la industria y política salarial más favorable, lo cual favoreció el mercado interno y el consumo. Dicho gobierno se caracterizó por una fuerte política de nacionalización. El estado se vuelve un “Estado empresario” con una política de redistribución del ingreso, de la agricultura a la industria y a los empresarios que la controlaban y de estos a los sectores de los trabajadores. Formó sindicatos controlados por el estado que buscaban asegurar la adhesión de los trabajadores, ahogando por otra parte cualquier intento de acción obrera independiente.
Las mejoras de las medidas de Peron fueron bastante fugaces. La sociedad interclasista propuesta por Perón se fue dividiendo en dos líneas claras debido a las desigualdades económicas. Surgieron huelgas que eran reprimidas con violencia y a la vez con ciertas concesiones. Finalmente, incapaz de resolver los conflictos internos fue víctima de un golpe de estado abriendo un nuevo periodo en la historia de Argentina. Las políticas industrializadoras, sin embargo, seguirán vigentes hasta el golpe de 1976.
Cabe destacar que entre los años 1949-55, Gran Bretaña, que había perdido su hegemonía, fue dejando espacio libre para la nueva potencia hegemónica, EE UU, quien comenzó una nueva etapa imperialista en Argentina sustituyendo al viejo gigante europeo.
Neoliberalismo económico y el fallo de la industrialización.
Bajo este nuevo modelo económico, implantado en la época de los años 70, se da por finalizada la etapa de industrialización plasmada en el plan del “Desarrollismo”. La apertura total al comercio mundial lleva consigo el fin del estado benefactor y los salarios elevados para incrementar el consumo. A su vez, la producción desciende debido a la incapacidad de competencia, los productos nacionales no pueden competir con los extranjeros.
La “magia” del libre mercado favorece la marginalización del estado y de las políticas públicas. En un país como Argentina, cuyo desarrollo industrial es mucho menor que el resto de potencias competidores, se hace imposible invertir la situación. La producción queda en un segundo plano, ocupando el primero la especulación y la inversión de capital.
Las burbujas financieras crean en Argentina un fantasma de riqueza basado en la especulación y no en la economía real. El gobierno es incapaz de controlar los capitales especulativos y reorientar la economía hacia los sectores productivos, algo muy acorde con las ideas neoliberales de no interrupción del estado en la economía.
Pese a que durante el gobierno de Alfonsín no se puede hablar estrictamente de liberalismo, a partir de 1989 vuelve a implantarse plenamente este liberalismo económico siguiendo al resto de países desarrollados, quienes impusieron el llamado “Consenso de Washington” a los países subdesarrollados.
Dicho consenso se aplicó a los países que estaban emergiendo, siendo sus principios: Privatización, cambio competitivo, desregulación, liberación de políticas comerciales, apertura de la inversión extranjera directa y la protección de los derechos de propiedad. Bajo este plan quedaba fortalecido el liberalismo en los países subdesarrollados impidiendo a su vez el desarrollo debido a tener que hacer frente a la competencia de potencias ya formadas.
(En el siguiente gráfico observamos la tendencia de la “Inversión Extranjera Directa” en la economía argentina, financiadas la mayoría mediante el endeudamiento externo)
La inflación y la deuda externa se incrementaron mientras los salarios descendían a la vez que aumentaba el paro. Las privatizaciones (Argentina fue el único país del mundo que privatizó su industria petrolera) y la reducción del estado fueron los principios básicos que contribuyeron al descalabro económico, el cual se manifestó, como antes, en un periodo convulso políticamente.
Desde esos momentos, aunque la historia de Argentina ha ido salpicada con aumentos momentáneos del PIB y mayor liquidez y aumento de la demanda (sobre todo entre 1991-92), en general ha sufrido una constante de crisis económicas y conflictos sociales. La deuda no se pudo paliar en ningún momento y pesó excesivamente en la economía del país. La inflación por su parte no paró de aumentar hasta ser uno de los países con mayor inflación del mundo, debido sobre todo a la necesidad de imprimir dinero para poder pagar los gastos del estado.
¿Qué esperar de Argentina?
La historia de Argentina nos evidencia una serie de cuestiones. La primera es la dificultad de desembarazarse de un pasado colonial, sobre todo porque a esta la sigue la fase imperialista del capitalismo, empleada por Gran Bretaña y luego por EEUU. Esta se caracteriza por el sometimiento de un país de forma económica, consiguiendo su supeditación en base al control de su economía mediante inversiones y deudas y hacerlo dependiente de la propia. Debido a los intereses extranjeros que había en el interior de la economía argentina, esta nunca pudo revertir sus beneficios a la propia nación y despegar industrialmente.
Otra de las cuestiones es que el desarrollo de la economía de un país no se puede basar únicamente en un solo sector, en este caso el agrario. Si no se tiene simultáneamente una sólida base industrial es casi imposible crecer y formar una economía moderna.
Retomando lo que decíamos al principio, el nuevo presidente de Argentina parece que ha olvidado su propia historia y ha declarado que su intención es privatizar sectores clave de la economía del país y acudir a entidades bancarias supranacionales para financiar sus proyectos. En definitiva, dejar el país de nuevo en manos extranjeras. La riqueza de sus reformas no beneficiará a la clase trabajadora Argentina, solo a aquellos que como en el pasado de dicho país vendieron su tierra al mejor postor. Hay una frase que, aunque excesivamente trillada, viene perfecta para definir esto: “Aquellos que olvidan su historia están condenados a repetirla”
Sergio García Paz
Bibliografía:
-M. Kulfas; F. Porta; A. Ramos (2002) “Inversión extranjera y empresas transnacionales en la economía argentina”. Oficina de la CEPAL, Buenos Aires.
-C. Belini; J.C. Korol “Historia Económica de la Argentina, siglos XX y XXI” Editorial siglo veintiuno.
-G.G. Muñoz (2021) “Historia Económica de Argentina vista por Domingo Cavallo” Universidad de Valladolid, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.
-A. Ferrer; M. Rougier (2012) “Economía para todos. Historia económica argentina desde la colonia hasta nuestros días”. Canal Encuentro.
Hacia rato que no veía a alguien citar a Abelardo Ramos como fuente. No compartía su ideología pero como historiador era impecable. Costaba mucho poder rebatirle algo. También a Aldo Ferrer, en la otra vereda. Ya no queda gente como esa, lamentablemente. Muy buen articulo.