19 de noviembre de 2025

La Tribulación en clave moderna: tensiones globales bajo el prisma del fin de los tiempos

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En la tradición cristiana, el Adviento no solo evoca el nacimiento de Jesús, sino que abre también la mirada a su venida final. Esta dimensión escatológica conecta directamente con una de las imágenes más influyentes del pensamiento apocalíptico: la Tribulación.

El concepto hunde sus raíces en la literatura bíblica. El antecedente más antiguo aparece en Daniel 12:1, donde se describe un “tiempo de angustia cual nunca fue desde que existen las naciones”, un periodo límite que precede la liberación final del pueblo de Dios. Sobre esta base se levantaron posteriormente las interpretaciones cristianas.

El Nuevo Testamento desarrolla esa noción en el denominado Discurso Escatológico —Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21— en el que Jesús advierte de una “gran tribulación”. Allí se enumeran conflictos, persecuciones, falsos mesías, guerras y señales cósmicas. No se trata de una crónica anticipada, sino de un lenguaje simbólico destinado a describir un momento histórico de colapso moral y político.

El Apocalipsis, especialmente en los capítulos 6 a 16, ofrece la formulación más detallada: sellos, trompetas y copas representan juicios que afectan a la humanidad antes de la victoria final del Cordero. Aunque el término “tribulación” no aparece siempre de forma explícita, el esquema narrativo es claro: una fase de crisis previa al Reino definitivo.

A lo largo de los siglos, las distintas tradiciones cristianas han interpretado la Tribulación como un tiempo de purificación, juicio y confrontación entre la verdad y el engaño. Para unos es un periodo literal y cronológico; para otros, un símbolo de las luchas espirituales y sociales que atraviesan las sociedades. En cualquier caso, la Tribulación funciona como frontera entre el mundo presente y la plenitud futura bajo el Mesías.

El marco contemporáneo: ¿un eco del apocalipsis?

En los últimos años, ciertos sectores religiosos y culturales han releído las tensiones actuales bajo este prisma. No se trata de proclamar fechas ni anunciar el fin del mundo, sino de identificar patrones que les recuerdan a los grandes relatos escatológicos.

El actual desorden mundial —inestabilidad geopolítica, polarización ideológica, erosión de instituciones tradicionales y crisis de autoridad— es interpretado por algunos como una reedición de las advertencias evangélicas: “guerras y rumores de guerras”, crisis moral o pérdida de referentes. Estas lecturas, más presentes en ámbitos conservadores, subrayan el paralelismo entre la sensación de desconcierto global y el clima descrito en los textos bíblicos.

En este contexto, el auge del movimiento woke ha sido leído en sectores cristianos tradicionalistas como una forma de relativismo moral. La revisión de categorías históricas —familia, nación, identidad, sexo— es interpretada por algunos autores como un indicador de “apostasía”, la pérdida de referencias éticas previa al colapso espiritual. Desde esta óptica, lo woke no sería solo un fenómeno cultural, sino un síntoma del deterioro moral asociado a la Tribulación.

También el avance demográfico y político del islam ha sido vinculado, desde ciertos grupos evangélicos, ortodoxos y católicos tradicionalistas, con escenarios bíblicos de tensión entre pueblos y sistemas religiosos. Aunque estas asociaciones carecen de base textual explícita, funcionan como una lectura geopolítica que emplea el imaginario apocalíptico como marco interpretativo.

Todas estas aproximaciones se mueven fuera del consenso teológico y no representan doctrina oficial. Sin embargo, sí revelan hasta qué punto la idea de la Tribulación, nacida en la antigüedad bíblica, continúa ofreciendo un lenguaje potente para interpretar los momentos de crisis y transformación que marcan el presente.