La eterna disputa entre hindúes y musulmanes por la región de Cachemira volvió a la palestra mediática tras los atentados islamistas del 26 de abril en Pahalgan. Y como es lógico en esta época de eterno presentismo, se gritó a bombo y platillo que nos preparásemos para la Tercera Guerra Mundial. O incluso para el Armaggedon nuclear. Tras una serie de escaramuzas y felicitaciones propias de cada estado mayor militar, se ha llegado a una situación de relativa calma y tensión latente entre la India y Paquistán.
Y es que como siempre la historia es buena consejera ante los agoreros del fin del mundo. Los estados hindú y paquistaní ya se enfrentaron en Cachemira poco después de su independencia, en 1947. Con las sucesivas secuelas bélicas de 1965, 1971, 1999.Y en 1998, ambos estados subdesarrollados habrían logrado la proeza de la posesión de armas nucleares, mientras la electrificación del país o el de dar de comer a sus nacionales ya lo dejarían para otro momento… La tensión ha sido omnipresente desde entonces, y los ataques de islamistas contra turistas indios ya se produjeron en 2017.
A todos esto se suma la cuestión de que hace apenas dos años se certificaron unas importantes reservas de litio en toda la región de Cachemira. Esto acrecentaría el apetito indio por un mayor control de la zona, sumado a la sempiterna ansia de expansión del islam en cualquier parte del globo. Y es que detrás del último atentado hay cuestiones que no cuadran, como la oportuna grabación de los crímenes, o la desaparición sin rastro de los perpetradores. De esta forma la posibilidad de tratarse de una operación de falsa bandera orquestada por los hindús no se puede ni descartar ni afirmar con rotundidad.
Pero en esta última escalada se ha llegado a un punto previamente no imaginable. Destaca la suspensión india de los Tratados de Aguas de Indo, un suministro hídrico fundamental para sus vecinos . Si bien la India no dispone de la capacidad para bloquear totalmente el caudal hacia Paquistán (lo que haría colapsar a las presas que lo retienen), puede provocar flujos desmedidos e irregulares que provoquen tanto sequías como inundaciones colosales a sus fanáticos vecinos.
He aquí a grandes rasgos la postura interna del conflicto. Pero en un mundo globalizado, una bala perdida en la otra punta del globo puede provocar que nuestro vecino alistado en el ejército tenga que hacer el petate. De esta forma podemos caracterizar a Pakistán como un agente históricamente relacionado con Estados Unidos para hacer contrapeso a la Unión Soviética en su día, sirviendo de base de operaciones para refrenar a sus anteriores amigos islamistas. Pero con el paso del tiempo la necesidad de contención de India lo ha aproximado también a China, siendo un eje fundamental en los proyectos de la Ruta de la Seda que espera proyectar el dominio chino sobre toda Asia Central. A esto se suma el apoyo del mundo islámico, con el ingente caudal de petrodólares que supone, y lo que indirectamente también supondría el apoyo diplomático europeo. Y es que Europa se encuentra subyugada a las finanzas del crudo del desierto, siendo el Qatargate solo la punta del iceberg.
Sin embargo los pakistaníes son un estado ínfimo demográficamente al lado del país más poblado de la tierra. Aunque como mencionamos, en el plano internacional parece contar con apoyos más sustanciosos. En este sentido la India cuenta con una ligación especial a Rusia, que en estos momentos no puede servirles de mucho al estar con el barro hasta el cuello en Ucrania, y perdiendo influencia en Armenia o en parte de África. En lo económico, India cuenta con mayores potencialidades, pero de momento son solo eso, potencialidades. Como indicamos, dos premisas básicas de cualquier estado como la electrificación y la alimentación básica para su población no están asegurados en el país hindú. Además, la India forma parte de ese engendro geopolítico que son los BRICS… pero en ese mismo ente incorpóreo se encuentra su rival histórico. Y es que la India a pesar de contar con la fortaleza cultural necesaria para librar una guerra contra el Islam, sin cuartel ni medias tintas (algo que no existe en gran parte de Europa), carece de una población cohesionada en lo económico y mantiene unas estructuras sociales demasiado arcaicas. Ambas premisas incompatibles con un país con acceso a tecnología avanzada y de base industrial.
Todo apunta a que el conflicto en Cachemira se mantendrá latente por largo tiempo, Una India sin desarrollar, que necesitaría un vuelco internacional para pasar a una ofensiva decisiva, una Europa y un Estados Unidos decididos a abrazar su civilización e integrara Rusia en su proyección internacional. Y en el otro rincón del ring, un Pakistán fanático y militarizado con un nutrido apoyo internacional, pero ante un bocado demasiado grande para su mandíbula y su raquítico desarrollo.