En un momento tan grotesco como revelador, Nicolás Maduro fue pillado en pleno directo televisivo ocultando apresuradamente un reloj Rolex valorado en más de 65.000 euros, tras ser discretamente advertido por Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional.
La escena —captada por las cámaras durante una intervención oficial— muestra cómo el heredero del “socialismo del siglo XXI” se quita el lujoso reloj y lo guarda fuera de plano, con gesto nervioso, al darse cuenta de que está demasiado visible.
Se trataría, según fuentes especializadas, de un Rolex Day-Date 40 de platino, un modelo reservado a millonarios. ¿Su precio? Más de 60 años de salario mínimo en Venezuela, donde el sueldo oficial ronda el euro mensual.
El revolucionario con muñeca de oro
Mientras Maduro sigue vendiendo al mundo su discurso de justicia social, sanciones imperialistas y bloqueos financieros, su muñeca lo delató. El símbolo del lujo que el chavismo tanto dice despreciar, brillaba en pantalla… hasta que se lo hicieron notar.
En cualquier democracia seria esto sería un escándalo, una renuncia inmediata. Pero en la Venezuela de Maduro, donde la pobreza es estructural, los hospitales están colapsados y el éxodo supera los siete millones de ciudadanos, el dictador se permite pasearse con joyas de alta relojería suiza sin dar una sola explicación.
El gesto de esconder el reloj no fue solo un acto de torpeza política. Fue la metáfora perfecta de lo que representa el chavismo hoy: un régimen corrupto que oculta sus privilegios mientras exige sacrificios al pueblo que arruinó.