Aún me acuerdo de la acalorada discusión que tuve con un (buen) compañero de trabajo cuando se dieron a conocer los audios que destaparon la corrupción que escondía el líder de los roedores en el parlamento europeo. Y es que no era capaz de entender como gente que depositó su voto en un sujeto cuyo único discurso era la limitación del negocio de la política en España, podía seguir apoyando a alguien que a todas luces había entrado en política para sacar tajada.
Muchos piensan que la historia es solo un divertido conglomerado de curiosos relatos de caballos ministros del imperio romano o reinas de disoluta vida carnal. Pero para su disgusto, no es nada nuevo el fenómeno de «outsiders» que claman contra la corrupción, para luego procesarla ellos mismos con mayor profusión. Repasemos algunos de los más sonados de estos casos.
Remontándonos a esa nuestra cuna civilizatoria que es el Impero Romano, los que hemos cursado humanidades siempre nos recordamos de esa curiosa máxima del «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra». Y es que Cicerón es uno de los padres fundamentales de la oratorio, y como tal ha sido recordado. Pero hoy no hablaremos de esas Filípicas que le costaron la vida y la exposición post-mortem de su lengua empalada en el foro. Hoy hablamos de las menos conocidas Verrinas. Y es que el alegato que Cicerón alegó contra los abusos y corrupción de Cayo Verres -cónsul romano destinado en Sicilia- no fueron incitados por la humanidad y amor por la justicia de nuestro noble orador. Resulta que Sicilia, junto con el norte de África, fue desde los albores de los tiempos conocido como el «granero de Roma». Y es que en la antigüedad el grano movía millones de sestercios, y su control aportaba un gran poder político-al igual que el aceite de oliva que aupó al trono imperial a Trajano y Adriano-. Cicerón así buscó la revocación de Verres para hacerse él con el botín siciliano. Ante este panorama cabe decir que las corruptelas y chanchullos del venerable político romano por lo menos nos legaron escritos donde la oratorio llegó a su máximo desarrollo en lengua latina, mientras que los chanchullos con maletines de «criptobros» de momento no nos ha legado nada parangonable.
El segundo ejemplo nos remonta a un tiempo más cercano, y sin negar que el Mare Nostrum es también parte patria, nuestro personaje de apellido galo nos es compatriota con todas las letras. No hablamos de otro que no sea Alejandro Lerroux, el republicano radical que reinó en la política republicana de los años 30. No por nada fue apodado como el «emperador del paralelo»-bajo el mismo título Álvarez Junco escribió un recomendable libro para los que quieran más de este curioso personaje de la política patria-.
El líder del partido Republicano Radical se aupó a las cumbres de la política española por su capacidad de saber remover los instintos más básicos de las masas circundantes a la política. Si se iba a cenar con sus amigos ricachones de Barcelona se vestía adecuadamente para la ocasión, pero si por el camino le coincidía tener que hablar ante un público de extracto más obrero y popular, no dudaba en cambiarse y ponerse la ropa de pana. Todo un precursor del «marketing» político. Pero la meteórica carrera del populista barcelonés, que nunca dejó de clamar contra la clase política y su desvergüenza y avaricia, se vino abajo cuando se descubrió que había promocionado toda una red de estafas y corrupción en torno a un juego de azar.
En defensa de nuestro más ilustre populista patrio, cabe decir que por lo menos Lerroux sabía engañar con maestría, que su partido usaba siglas políticas aunque no eran reales -sin remitirse a estúpidas fábulas de roedores silvestres- y fue capaz de llegar a la cima aunque luego se defenestrase, no pactó recibir dinero sin declarar haciendo promesas de futuras posiciones de influencia que aún no tenía. Y es que hasta para reptar políticamente hay que tener un mínimo de inteligencia.
Regresando al presente tras ver que no hay novedad en denunciar la corrupción que uno añora reproducir en beneficio propio, nuestro amigo de lo ajeno ha realizado una campaña de lavado de imagen viajando a país que en la actualidad es faro de luz en lo referente a la resolución de problemas acuciantes y en el avance hacia un proyecto de Estado que sirva únicamente a sus intereses nacionales. Lo que quizás se le olvidó a nuestro roedor de cripto-divisas es que si se dedicase a hacer los mismos chanchullos que hace aquí en el país centroamericano, lo más seguro es que acabase en una celda cuya llave se encontrase en paradero desconocido indefinido.
En fin, para concluir solo me gustaría remarcar que sé que la gente está cansada de polarización política. Pero recuerden que para tener una opción política a la que seguir uno no debe escoger obligatoriamente entre El libro rojo o el Mein Kampf, pero si debe saber que la política, la real, la intervención colectiva en las decisiones que se toman en la res pública, debe responder a unas mínimas coordenadas ideológicas, siendo muy común que los farsantes que venden la mágica renovación apolítica de todo nunca quieran cambiar lo realmente importante.