El pasado martes a las dos de la tarde, hora de Ecuador, un grupo de encapuchados entraba en los estudios de la cadena de televisión TC al grito de «con la mafia no se juega», mientras apuntaban a la cabeza del presentador del telediario para, acto seguido, meterle dinamita en el bolsillo de la chaqueta. Minutos después llegaría la policía, logrando reducir a los asaltantes. Esto es lo que todo el mundo pudo ver en directo por la televisión.
Pero previamente la violencia ya se había extendido a las calles del país tras registrarse varias explosiones e incidentes con armas de fuego, además de haberse producido el secuestro de siete policías, alguno de ellos ejecutado por los pandilleros en el interior de las prisiones.
Ante estos hechos el presidente Daniel Noboa decretó el estado de excepción y ordenó al ejército que contuviera los desórdenes, cerrando momentáneamente el círculo a la grave crisis de seguridad que atenaza al país desde hace siete años, con un aumento de los homicidios de más de un 300%, entre los que se incluyen cargos políticos y más de cuatrocientos pandilleros en el interior de las cárceles.
Precisamente ha sido la guerra contra las bandas la que ha desencadenado la situación de caos en la que está inmerso el país en las últimas horas, cuando se conoció que el pasado domingo, Adolfo Macías, peligroso narcotraficante y líder de la banda «Los Choneros», había escapado de la prisión donde estaba recluido, ante su inminente traslado a una cárcel de máxima seguridad donde cumpliría una condena de 34 años.
El presidente Noboa, firme en su posición de acabar con la delincuencia que asola el país, está decidido a usar todos los medios a su alcance, y de momento ha declarado un «conflicto armado interno» en el país, tildando a bandas como «Los Choneros» como «organizaciones terroristas».
El nuevo presidente prometió «devolver la paz a todos los ecuatorianos», ganándose el apoyo por parte de la propia oposición, como pudo verse en la declaración de Correa. Veremos si lo consigue.