En los últimos meses hemos oído con mayor frecuencia una palabra que se ha vuelto habitual a la hora de defender los intereses del actual gobierno. La palabra no es otra que «máquina del fango», utilizada para designar cualquier información que no defienda los intereses de Sánchez y de los suyos. La batalla por combatir los bulos ha ido transformándose en una excusa para implantar una censura camuflada con el pretexto de ser una verdad objetiva.
El término se usa para designar todo tipo de información, sea veraz o no, molesta para el Gobierno, con la intención de crear un ambiente guerracivilista y de intentar pasar por falsa cualquier relato disidente del relato oficial. Cualquier información contra el propio Gobierno, las críticas al modelo migratorio o contra Begoña Gómez son calificadas automáticamente de bulos o parte de la máquina del fango, en la que todo puedo entrar. Este proceso lleva consolidándose desde hace varios años, en los que la corrección política ha servido como un método de autocensura, teniendo un gran éxito en nuestra sociedad, en la que existen múltiples temas considerados como tabúes y que no admiten ningún tipo de discusión. Simplemente se asumen como una verdad única y absoluta. La autocensura impuesta en la sociedad pretende complementarse con nuevas medidas en los próximos meses. La conocida como ley anti bulos pretende, en apariencia, limitar la financiación de los medios digitales y perseguir a los que hayan sido condenados por información falsa, además de perseguir con mayor dureza los delitos de odio.
Sánchez ha evitado mencionar a qué periódicos se les retirará la financiación pública y a cuáles se le mantendrán. De esta forma, los periódicos y medios críticos con su figura o su entorno serán perseguidos, mientras que los afines serán recompensados. De aprobarse la ley, Sánchez ya le ha pedido al PP apoyar la propuesta, está servirá a la inversa cuando otros partidos lleguen al Gobierno, manteniendo el sistema de partidos actual y los que lo defienden. Por si fuera poco, la nueva ley anti bulos se reforzará con el recrudecimiento de la persecución de los delitos de odio. Estos delitos tampoco están definidos ni limitados, en los que también se camufla otro tipo de censura: se busca criminalizar de nuevo cualquier atisbo de pensamiento diferente bajo la excusa de combatir los discursos de odio contra los considerados «colectivos discriminados».
Está apuesta por la censura se ha recrudecido tras el caso Begoña Gómez, en la que la mujer del presidente se ha visto presuntamente envuelta por un supuesto tráfico de influencia y otros delitos. Rápidamente, Sánchez ha utilizado toda la maquinaria política y mediática para calificar cualquier información crítica contra su mujer como máquina del fango o directamente como bulo, con tal de evitar la imagen de su mujer, o la suya, sentada en el banquillo de los acusados. Incluso hace unos escasos días, la polémica se ha vuelto a reabrir en torno a Sánchez y sus métodos de coacción sobre algunos medios, en este caso afines, como El País, muy cercano al PSOE. Está información ha sido revelada por el experiodista del propio periódico, David Alandete, que reveló que el propio Sánchez le llamó «de malos modos y pidiéndole que modificase un titular». En la conversación el experiodista afirmó que Sánchez le dijo que «no ayudaba a la causa», además de amenazar con «hablar con sus superiores» y hacer que su jefa de prensa «tuviera acceso anticipado a titulares, usando su influencia para cambiarlos a su gusto».
Sumadas a estas declaraciones, se han filtrado varios audios en El Confidencial en los que un empresario que ha tenido trato con Sánchez afirma que el presidente, o el gran jefe según sus declaraciones, va a «buscar y publicar información sensible» de varios perfiles públicos, posiblemente relacionados con el caso Begoña Gómez, para acabar con el caso y evitar una sentencia.
Vistos los métodos mafiosos del «gran jefe», la censura en lugares como Reino Unido, donde se detiene a ciudadanos por escribir en sus redes sociales, o la censura y persecución en las redes sociales no deberíamos hablar de la máquina del fango, sino de la máquina de la censura y cómo está cada día más cercana a cualquier distopía jamás imaginada.