El suicidio se ha convertido en una plaga para nuestra sociedad, revelĆ”ndose ya como la primera causa de muerte no natural, por encima de los accidentes de trĆ”fico, pero con una diferencia sustancial: no forma parte de la agenda polĆtica y por tanto de los medios de comunicaciĆ³n.
Todo esto pese a que cada dĆa se suicidan 11 personas, donde las tres cuartas partes son hombres entre los 40 y 65 aƱos, que representan la mitad del total. El segundo grupo es el de mayores de 65 aƱos (31%) y los jĆ³venes adultos (14%). Mientras que los adolescentes entre los 10 y 24 aƱos significan el 5%. La tendencia va en aumento. De hecho, 2022 āa la espera de los datos de 2023ā fue el aƱo que mĆ”s suicidios se registraron en la historia de nuestro paĆs, seguido de cerca por 2021 y 2020.
La motivaciĆ³n, segĆŗn los expertos, Ā«es escapar a un sufrimiento insoportable porque no ven otras soluciones. Su dolor es tan intenso que solo pueden pensar en una cosa: acabar con Ć©lĀ». Entre las diversas causas que se barajan se sabe que el paro, la baja remuneraciĆ³n econĆ³mica, la consideraciĆ³n social, el grado de autonomĆa, la precariedad o estabilidad de los contratos, la sobrecarga de horas de trabajo y la exigencia debida es un factor de riesgo de suicidio.
Pero si nos centramos en la poblaciĆ³n empleada nos encontramos con determinados grupos profesionales donde las tasas de suicidios se disparan. A la cabeza se encuentran los granjeros, militares, fuerzas de seguridad, bomberos y profesionales de la salud. En cuanto a estos Ćŗltimos, se sabe que tienen un riesgo incrementado mĆ©dicos, veterinarios, enfermeras/os y dentistas, aunque tambiĆ©n en tĆ©cnicos de emergencias o ambulancias.
Si ahora mismo existe un dato preocupante es el de las tasas de suicidio en la poblaciĆ³n joven y adolescente, sobre todo desde el fin de la pandemia de COVID y el clima de incertidumbre que dejĆ³ tras de sĆ. Algo que, en opiniĆ³n de los expertos, se ve agravado por Ā«la felicidad ficticia que promueven las redes sociales y, encima, sucede en un momento de su desarrollo evolutivo en que cualquier problema lo ven con una angustia enormeĀ».
Nos enfrentamos a un problema que, por su propia naturaleza, sĆ³lo puede ser abordado tanto desde la prevenciĆ³n, como desde la intervenciĆ³n precoz, bajo un enfoque integral que contemple polĆticas y mejoras en los recursos en salud mental, y tambiĆ©n en el Ć”mbito familiar, el educativo y el social. Son necesarios y urgentes mĆ”s recursos en salud mental dirigidos a estas edades, incrementando el nĆŗmero de psicĆ³logos y psiquiatras en la sanidad pĆŗblica; contar con dispositivos especializados, siendo primordial la elaboraciĆ³n de un Plan Nacional contra el suicidio que todavĆa no existe.
Los datos apuntan a un problema que se agudiza en nuestra sociedad y que no es abordado de forma adecuada por los medios de comunicaciĆ³n. Pese a que se ha impuesto la prĆ”ctica del silencio acerca de este fenĆ³meno, por sus supuestos efectos multiplicadores, no deja de ser curioso el contraste entre la atenciĆ³n que reciben los asesinatos por Ā«violencia de gĆ©neroĀ», una lacra que deja 50 muertos al aƱo, frente a los 4.003 muertes por suicidios en 2021. Un contraste demasiado evidente para no constatar que los poderes pĆŗblicos no valoran las muertes del mismo modo. ĀæExiste un sesgo ideolĆ³gico? ĀæSe tratarĆa de forma diferente un suicidio con cifras predominantemente femeninas? ĀæSe culparĆa al patriarcado? ĀæQuĆ© atenciĆ³n especial merecen las mil mujeres que se suicidan en EspaƱa? Mientras se siguen analizando las causas, las cifras no paran de aumentar.