12 de julio de 2025

El gobierno del PSOE no quiere...

Trump impone aranceles del 30 % a la Unión Europea y México: tensión comercial en aumento

Trump planta cara a la UE impone aranceles del 30 % y desata el pánico en Bruselas

Trump desafía a la Unión Europea: impone aranceles del 30 % y revienta el tablero comercial internacional

El presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, ha firmado uno de los decretos económicos más contundentes de su segundo mandato: a partir del 1 de agosto, todas las importaciones provenientes de la Unión Europea y México estarán sujetas a un arancel del 30 %. La decisión, que ha causado una conmoción inmediata en Bruselas, pone fin a meses de advertencias y supone un punto de inflexión en las relaciones transatlánticas.

Trump ha justificado la medida como una reacción necesaria al masivo déficit comercial que EE. UU. mantiene con Europa —más de 235.000 millones de dólares en 2024— y a la pasividad de México en la lucha contra el narcotráfico, especialmente el tráfico de fentanilo que ha devastado comunidades estadounidenses. En su declaración, publicada a través de Truth Social, el presidente fue claro: “El tiempo de los abusos comerciales ha terminado. Estados Unidos se respeta o se repliega.”

La respuesta de la Comisión Europea, encabezada por Ursula von der Leyen, ha sido la esperada: condenas diplomáticas, apelaciones al diálogo y la promesa de contramedidas “proporcionadas” por un valor estimado de 100.000 millones de euros. Sin embargo, detrás de las declaraciones, se percibe un estado de nerviosismo creciente en las cancillerías europeas. Y no es para menos: sectores clave de la economía europea —como la automoción alemana, la industria farmacéutica, el agroalimentario francés o el textil italiano— dependen de las exportaciones a EE. UU. para mantener sus balances.

Pero el golpe no es solo económico: es político y simbólico. Trump ha dejado claro que no está dispuesto a tolerar el doble juego europeo: una UE que exige apertura a EE. UU., mientras protege celosamente sus intereses internos y apoya políticas que Washington considera contrarias a su soberanía. Tampoco ha ocultado su malestar por la creciente influencia ideológica de Bruselas en asuntos como la agenda climática, la inmigración o el control digital, que considera una amenaza para los valores tradicionales y la economía real.

Por su parte, México ha reaccionado con cautela, consciente de que su economía está estrechamente ligada a la estadounidense. El gobierno mexicano ha apelado al T-MEC, pero Trump ha sido explícito: si detecta evasión de aranceles a través de terceros países o falta de cooperación en materia de seguridad fronteriza, se intensificarán las medidas.

La Unión Europea, sumida en una crisis de identidad interna y con una política exterior errática, se enfrenta a un desafío inédito: un EE. UU. decidido a actuar unilateralmente, sin complejos, y con un presidente que ya ha demostrado que cumple sus amenazas. La cita del 1 de agosto se perfila como el inicio de una nueva era de confrontación económica que podría redefinir el equilibrio global.

Mientras tanto, el ciudadano europeo —ya ahogado por la inflación, la presión fiscal y la inseguridad energética— podría acabar pagando la factura de una burocracia que sigue sin entender el mundo real y que cree que el comercio se sostiene con retórica, no con resultados.

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