El programa electoral que llevó a Donald Trump a ganar las pasadas elecciones se apoyaba en tres claros pilares: inmigración, impuestos y aranceles. En menor medida, pero también como parte del discurso, prometía la reducción de precios y el fortalecimiento generalizado de la economía estadounidense.
A partir del 20 de enero de 2025, fecha oficial del comienzo de su mandato, Trump deberá comenzar a clarificar en medidas concretas los dos últimos aspectos para no defraudar a su electorado. Estas decisiones serán observadas muy de cerca por especialistas en economía y finanzas de todo el mundo, debido al impacto global que podrían generar.
Los principales periódicos económicos estadounidenses y consultoras de prestigio ya han comenzado a avanzar como será la política económica y fiscal del recién elegido Donald Trump.
Aparentemente, la primera reforma estará relacionada con los aranceles o impuestos a la importación. En su campaña, Trump anunciaba su intención de incrementar hasta un 20% los impuestos aduaneros, mientras que, para las importaciones provenientes de China, estos podrían elevarse al 60%. Probablemente, el cambio en aranceles será paulatino y escalonado, comenzando con algunos pocos países, que incluirían a la mencionada China, seguido de Canadá, México y los países de la Unión Europea. Probablemente, este proceso pase por una negociación previa.
Desde luego, Trump no parece estar dispuesto a ceder fácilmente. En palabras del propio presidente: «La Unión Europea tendrá que pagar un alto precio por no comprar suficientes productos estadounidenses». La realidad es que esto ya está empezando a afectar a empresas como Mercedes Benz o BMW, grandes exportadores de coches a Estados Unidos, que ya han visto caer el precio de sus acciones en torno al 6,5% desde conocerse el resultado de las elecciones.
Uno de los países más afectados será Canadá, siendo este un país muy vulnerable, ya que el 75% de las exportaciones canadienses se dirigen al mercado estadounidense. En el disparadero también está México, ya que se impondrán fuertes aranceles a los coches fabricados en este país y también a aquellos productos manufacturados por compañías norteamericanas que hayan movido su producción al país vecino.
Impacto previsto en el comercio internacional.
Según los expertos, se avecina una gran disrupción en el sistema de comercio mundial. Además de estas medidas arancelarias, Trump pretende ayudar también a la industria del país con otro tipo de exenciones o ayudas fiscales
Se contempla reducir el impuesto de sociedades para algunas empresas al 15% (en su anterior mandato, ya se redujo el tipo máximo del 35% al 21%.). También podría favorecerse la deducción inmediata para las empresas de las inversiones en equipamiento e investigación (inversión en I+D).
Este tipo de reducciones fiscales y las políticas arancelarias esperan incrementar e incentivar la producción estadounidense, crear nuevos puestos de trabajo y aportar millones de dólares que permitirían equilibrar la reducción de impuestos, también considerando las deducciones en los impuestos dirigidos a personas físicas.
El propósito es que estos aranceles sean pagados por los países exportadores, pero la realidad, al menos hasta ahora, es que estos costes son asumidos por las empresas importadoras con base en Estados Unidos, lo que se traduce en subidas de precios.
Expertos en proyección macroeconómica estiman que, por cada 10% de incremento de arancel, la inflación puede crecer un 0,8%. Además, las diferencias de costes, principalmente laborales, de la industria de Estados Unidos respecto a la de competidores de países asiáticos o algunos de Hispanoamérica, es tal que seguirá siendo más barato proveerse de producto extranjero pese a los aranceles.
La política de aranceles también busca hacer más competitivo el producto del país contra el producto importado, que es gravado. El problema es que la industria estadounidense ya está tan deslocalizada que puede hacer que ciertas partes del proceso productivo hayan de ser exportadas, como ha sucedido en Europa, donde una parte de la industria ha desaparecido, externalizándose a terceros países con costes de producción más barata. Por tanto, también se encarece el producto final, sin conseguir el objetivo deseado.
Por otra parte las políticas arancelarias, suelen ser recíprocas. Por lo que, si se endurecen las condiciones para vender productos en Estados Unidos, terceros países aplicarán también ese tipo de restricciones, lo que dificultaría las exportaciones, y tampoco se lograría un crecimiento y mejora de la balanza de comercio del país. De hecho, en 2019, en el anterior mandato, estas políticas arancelarias tuvieron un cierto efecto negativo en el empleo en el sector industrial. El presidente electo también pretende simplificar la regulación y «el papeleo» en las relaciones entre empresas y administración.
Además, la deportación de inmigrantes ilegales evitará que haya trabajadores «sin papeles», cuyas condiciones laborales y salarios son malos. Esto supondrá una subida de costes salariales. Para las empresas, en términos estrictamente económicos, esta regulación de la inmigración es una mala noticia que limitara el crecimiento.
Medidas fiscales dirigidas a personas físicas.
En cuanto a la política impositiva y fiscal no empresarial, no todas las medidas serán novedosas. De entrada, quiere retomar todos los recortes a impuestos sobre ingresos individuales y tasas gubernamentales que ya estaban incluidas en el documento de su anterior mandato. Estas medidas estaban recogidas en el «2017 Tax Cuts and Jobs Act (TCJA)» (decreto para el empleo y la reducción de impuestos). Esta legislación fue muy criticada por el Partido Demócrata porque, aunque el recorte de impuestos afectaba a todos, según su opinión, beneficiaba en mayor proporción a los más ricos.
Otras novedades son eliminar o reducir las tasas federales sobre las propinas, las ayudas de la seguridad social y las horas extras. De estas rebajas aún no hay un detalle exacto, pero sí se sabe que priorizará los impuestos sobre las pensiones (los pensionistas han sido claves en su éxito), prometiendo que no habrá que pagar impuestos sobre la pensión recibida. En Estados Unidos, casi la mitad de los pensionistas pagan tasas federales, especialmente aquellos jubilados con pensiones más altas.
También se prevén ayudas, aún no confirmadas, dirigidas especialmente a la clase media, que, como en otros muchos lugares del mundo, ha sido la que ha visto su situación más perjudicada en los últimos años.
Algunas de estas serían limitar los interés de la compra con tarjeta de crédito al 10% de interés (en la actualidad en media está en el 20%) y hacer deducible el total de los intereses de los créditos de compra de coches ( tal y como existe con las hipotecas). Estas medidas, que se engloban en su política de «cuidado a la clase media», es criticada porque probablemente beneficie a los más ricos, que habitualmente compran automóviles más y más caros.
Se podría establecer una deducción fiscal en los impuestos o algún otro tipo de ayuda (este punto es de los menos definidos) para contribuir al pago de cuidadores de mayores. Algunos de sus senadores, por ejemplo, el de Ohio, también dejaron traslucir que se podría hacer una deducción fiscal por hijo de hasta 5.000 euros por niño. Sin embargo, esta medida no ha sido formalmente aceptada aún.
Vivienda y economía global.
El tema de la vivienda será apoyado reduciendo regulación sobre la construcción, con el fin de reducir costes, proporcional terreno federal para la construcción de vivienda y la imposición del tipo de interés de las hipotecas a un máximo del 3%. Esto es un brindis al sol, puesto que los presidentes no controlan el tipo de interés, sino que son otras instituciones independientes de la Casa Blanca. Otras medidas más realistas son las deducciones fiscales y el apoyo a la compra de primera vivienda.
Por lo que, en conjunto, el impacto o el éxito de las medidas de Trump no se puede prever con facilidad. No es tan fácil cumplir con el lema «Make América Great Again» cuando la economía ya no pertenece a los países, por la globalización de la industria y el comercio, y por la interrelación con organismos transnacionales como el FMI o la Unión Europea. Sin contar además con que, según algunos expertos, parte de las reformas están muy bien diseñadas y otras son de corte más populista, y no están tan bien diseñadas o no han sido suficientemente estudiadas, pudiendo tener efectos negativos o no tan positivos como pudiera pensarse.