Estamos acostumbrados a vivir en un país medianamente tranquilo en cuanto a condiciones meteorológicas se supone. Sin embargo, tras lo vivido en Valencia, es recomendable echar la vista atrás y recordar aquellas catástrofes que han asolado nuestro país desde hace más de 500 años.
1- El terremoto de Portugal
El 1 de noviembre de 1755, un gran terremoto con una magnitud de 8,5 de la escala Richter asoló Lisboa y llegó a las costas de Huelva y Cádiz, provocando 61 muertos en un primer momento y 2.000 más por el posterior tsunami, entre España y Portugal. Los daños materiales fueron de alrededor de 600 millones de euros actuales.
2- El terremoto de Almería
El 22 de septiembre de 1522, cerca de las diez de la mañana, un terremoto hizo temblar la tierra causando, según los cronistas de la época, alrededor de 2500 muertos y numerosos destrozos materiales, aunque actualmente se estiman cifras más conservadoras en el número de víctimas.
3- La riada de Santa Teresa, en Murcia
El 15 de octubre de 1879 significó la mayor de todas las inundaciones acaecidas en Murcia junto a la riada de San Calixto, que tuvo lugar el 14 de octubre de 1615. Esta riada dejó 1100 muertos entre Murcia y Orihuela.
4- El terremoto de Granada
Ocurrió el 25 de diciembre de 1884, con epicentro en Arenas del Rey, en la comarca de Alhama de Granada. Este temblor tuvo una magnitud de entre 6,2 y 6,5 en la escala de Richter, y duró unos 10 segundos, causando entre 1050 y 1200 víctimas, y alrededor del doble de heridos.
5- Las riadas del Valles en Barcelona
La noche del 25 al 26 de septiembre de 1962 cayeron más de 300 litros por metro cuadrado en unas horas en la comarca del Vallés. El agua arrastró cientos de cadáveres, animales, enormes bobinas de papel, telas, máquinas y cascotes de miles de viviendas. Además, las carreteras, puentes, el ferrocarril y casi todos los caminos quedaron arrasados y cortados, una situación que recuerda a los recientes episodios vividos en Valencia. Hubo 617 muertos según los datos oficiales, aunque se cree que la cifra es más conservadora que la real.
Como vemos, esta última DANA, la gota fría a la que estamos acostumbrados, tiene precedentes y aunque el clima es muchas veces inclemente y los terremotos son inevitables, la gestión de estas situaciones marca la diferencia a la hora de lamentar los daños.