20 de julio de 2025

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Homosexuales críticos con el lobby LGBT: realidad que incomoda

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Español Hoy en día, es común ver cómo los lobbies LGTBIQ+, aliados del gran capital internacional, se han convertido en estructuras de poder que no admiten un atisbo de crítica. Paradójicamente, aquellos homosexuales que no comulgan con todos sus postulados ideológicos son atacados incluso con más crueldad que quienes nunca han pertenecido al colectivo. Se espera del homosexual que repita máximas, siga un discurso predefinido y se subordine al discurso “oficial”. No se concibe que haya homosexuales críticos con el lobby. Pero estos lobbies no representan a los homosexuales como individuos, sino a una ideología política concreta que los instrumentaliza y saca rédito político y económico de ellos.

El homosexual que no se identifica o rechaza esta ideología, sufre el ataque directo de estos grupos,; es tildado de (como no), “facha”. O “traidor”, “homófobo disfrazado”… Sin embargo, esa actitud revela que la defensa de la persona homosexual y sus derechos no son su prioridad real. Su prioridad es la obediencia política y el sometimiento a un modelo de pensamiento único en torno a la sexualidad, la identidad y la sociedad con un fin lucrativo y hegemónico. Por ello, cuando un homosexual afirma que no se siente representado por las banderas, por los discursos de victimismo permanente o por las legislaciones que imponen privilegios especiales, se convierte inmediatamente en un enemigo y en un objetivo inmediato para estos grupos de presión.

Estos lobbies se sienten cómodos con homosexuales convertidos en marionetas que promulgan la narrativa woke, pero no con homosexuales que quieren ser personas libres, con ideas propias y un proyecto vital que no pase por la etiqueta ni la performance política. Es ahí donde se revela la verdad de su agenda. Si realmente defendieran a los homosexuales, no les impondrían un molde político, ni un patrón de pensamiento. Defenderían la normalización de su condición de homosexual y la equiparación a la de heterosexual. Pero cuando un o una homosexual se aparta de esa visión sectaria, es marginado, insultado y cancelado.

El homosexual que no necesita el aplauso del lobby para existir se vuelve peligroso. No se puede manipular a alguien que no quiere vivir de la victimización ni de la representación externa. Y ahí radica el fondo del problema: los lobbies necesitan perpetuar la sensación de opresión para justificar su existencia. Un homosexual libre, que no se subordine a su discurso, demuestra que no los necesita. Por eso es que les cancela y etiqueta despectivamente, como ya ha ocurrido en más de una ocasión con alguna celebridad que decidió criticar a estos lobbies.

Es el caso de Milo Yiannopoulos, periodista británico homosexual declarado, que tras criticar duramente a estos lobbies, en 2017 sufrió una cancelación masiva que pasó por ser vetado en numerosas universidades Estadounidenses, la cancelación de su contrato con la editorial para la que trabajaba (Simon & Schuster), y el despido inminente de su trabajo en Breitbart News. La presión de estos lobbies es tan represiva, que por apoyar a Yiannopoulos, el periodista Chadwick Moore (también homosexual), fue atacado por la izquierda LGBT, siendo marginado por medios progresistas y perdiendo colaboraciones. También el escritor y analista Douglas Murray, de orientación homosexual sufrió la cancelación de estos lobbies tras la publicación de su libro “The Madness of crowds” en 2019. En este libro critica duramente la ideología de género, la imposición del discurso único en universidades y centros educativos y en general de la politización de la orientación sexual de las personas.

Nuestro país no se queda atrás. No gustan los homosexuales críticos con el lobby. Y un ejemplo especialmente paradigmático lo encontramos en el Orgullo Gay de Madrid, donde se ha vetado la participación de personas LGTB que no comulgan con la ideología de izquierda. Lo secundario es la orientación sexual. Queda claro que esto, también, va de política.