7 de noviembre de 2025

Letonia planta cara a la ideología de género

Letonia planta cara a la ideología de género
Valora este artículo

Letonia ha dado un paso que pocos países europeos se atreven siquiera a imaginar: retirarse del Convenio de Estambul, el tratado del Consejo de Europa contra la violencia de género. Una decisión que ha levantado escándalo en Bruselas, titulares alarmistas en los medios progresistas y, sobre todo, un debate de fondo que Europa llevaba demasiado tiempo evitando.

Porque no se trata —como repiten algunos— de negar la violencia contra las mujeres, sino de cuestionar el marco ideológico que se ha construido sobre ella. El Convenio de Estambul, presentado como una herramienta jurídica para proteger a las víctimas, se ha convertido en la práctica en una puerta de entrada a la llamada “ideología de género”: un sistema de pensamiento que disuelve la realidad biológica en categorías políticas, reescribe el lenguaje y convierte la diferencia sexual en un campo de batalla cultural.

Letonia, un país pequeño pero digno, ha dicho basta. Ha dicho que la defensa de las mujeres no necesita doctrinas ideológicas ni supervisores internacionales, sino leyes justas, instituciones eficaces y respeto a la familia y la identidad nacional. Su Parlamento ha decidido recuperar la soberanía sobre un asunto que afecta directamente al tejido social, y lo ha hecho con valentía, sabiendo que las presiones de la Unión Europea y de las ONG globalistas serían inmediatas.

En tiempos donde disentir se considera casi un crimen, defender el sentido común es un acto de resistencia. Y Letonia ha resistido.
La violencia existe, por supuesto, pero también existe una colonización ideológica que utiliza esa tragedia para imponer una visión única del ser humano y de la sociedad. En nombre de la igualdad, se siembra enfrentamiento; en nombre de la libertad, se censura toda disidencia.

Por eso lo que ha hecho Letonia es más que un gesto político: es una declaración de independencia moral. Un recordatorio de que Europa no puede seguir siendo rehén de sus dogmas culturales ni de sus lobbies ideológicos.

La igualdad verdadera no necesita adjetivos. Y la justicia no se impone desde los despachos de Estrasburgo, sino desde la voluntad soberana de los pueblos libres.


Mario Opazo – Director de El Enclave
www.elenclave.es