S&P alerta: Alemania repuntará en 2026 mientras España desacelera
Hay momentos en los que la economía europea funciona como un tren de alta velocidad: varios países tiran a la vez y el conjunto avanza con un rumbo más o menos claro. Pero 2026 no será uno de esos momentos. Si algo anticipa el análisis de S&P Global Ratings es que Europa entrará en una fase de crecimiento desigual, donde Alemania recuperará tracción y España comenzará a perderla. Es un cambio de motor, un cambio de ritmo… y, sobre todo, un aviso.
Durante los últimos años, España ha disfrutado de un ciclo inusualmente favorable: impulso del turismo, fondos europeos Next Generation, demanda interna fuerte y una cierta estabilidad en el empleo. Pero en economía nada es eterno. El empuje extraordinario que nos colocó —durante un tiempo— por encima de otras economías de la eurozona empieza a desvanecerse. Las ayudas europeas han sido front-loaded y la capacidad de seguir viviendo del estímulo se agota.
La productividad sigue estancada, la inversión privada no despega y el gasto público continúa creciendo sin una estrategia clara de retorno.
Mientras tanto, Alemania, tras dos años de debilidad, encara un 2026 de rebote. No será un milagro alemán; será sencillamente un país que ha entendido la urgencia: reindustrializar, invertir en infraestructuras críticas, corregir vulnerabilidades energéticas y colocar su industria en la nueva economía global. Ese ajuste —doloroso para sus ciudadanos— es precisamente lo que España lleva años evitando.
La cuestión no es quién crece más o menos un año concreto; la cuestión es qué país está construyendo las bases para crecer dentro de cinco o diez años. Y ahí es donde España, nuevamente, se queda corta.
Tenemos una economía extraordinariamente dependiente del consumo, del turismo y del gasto público. Tres pilares que, sin reformas, no garantizan un crecimiento sostenible. Cuando el viento externo sopla a favor, brillamos; cuando cambia, nos quedamos sin rumbo.
Lo que S&P diagnostica —de forma técnica y prudente— es algo que cualquier observador atento ya percibe:
España pierde inercia porque carece de una estrategia económica de largo plazo.
La política económica está atrapada en debates ideológicos, medidas corto placistas y anuncios que no alteran la estructura productiva. Mientras discutimos sobre “nuevas masculinidades”, “memorias compartidas” o batallas culturales hechas para titulares, nuestros competidores reajustan su industria, su fiscalidad y su capacidad exportadora.
Europa siempre ha avanzado cuando sus motores —Alemania, Francia, Holanda, el norte productivo— funcionaban a pleno rendimiento. Si Alemania vuelve a tirar del tren y España se descuelga, no es solo un cambio estadístico: es una señal de que no estamos haciendo los deberes.
2026 podría ser, por tanto, un año de contraste. Alemania acelera por necesidad; España desacelera por inercia. Y la diferencia entre ambos caminos no está en el azar, sino en las decisiones políticas y económicas acumuladas durante años.
Quien quiera ver en esto un simple pronóstico se equivoca: es un aviso.
Europa cambia de motor. España debe decidir si quiere seguir subiendo al tren o conformarse con verlo pasar.