Apenas faltan dos meses para que se cumplan los dos años del inicio de la guerra de Ucrania y el balance de pérdidas económicas, materiales y sobre todo de vidas humanas es desolador. Obviamente la gran perdedora en este aspecto a nivel nacional es Ucrania, pero si agrandamos el foco hacia la geopolítica mundial y los grandes bloques el más afectado es sin duda el bloque europeo, ya no el otanista donde Estados Unidos juega el papel de actor principal junto a Reino Unido e Israel.
La UE se resiente de unas enormes heridas que pueden llegar a ser letales en vistas a un horizonte donde la crisis económica y la recesión son inminentes. Alemania, principal país productor de la Unión, tiene en estos momentos a su eminente industria en una crisis productiva terrorífica debido principalmente al encarecimiento del combustible y por tanto de la energía fruto de aquellas absurdas sanciones económicas a Rusia.
Se suman también otros factores como la destrucción del gasoducto «Nord Stream II», pero el gran error viene de mano de las nefastas decisiones de unos líderes europeos que, alentados por los intereses del bloque anglosajón, cayeron en un pozo de prepotencia creyéndose que las sanciones pararían los pies al gigante ruso sin sufrir terribles consecuencias. La realidad sin duda les ha dado en la cara al ver que Rusia, lejos de tener algún tipo de pérdida, ha aumentado su PIB anual teniendo en estos momentos un crecimiento del 4,7%, muy superior a la media de la UE.
Sin embargo, no es Alemania el único país afectado: Polonia, Hungría y Eslovaquia se sienten traicionados por Bruselas al entrar toneladas de grano ucraniano que han perjudicado severamente a los sectores agrícolas de estos países cercanos. Resulta llamativo el caso de Polonia, país que en un principio era de los más entusiastas respecto al apoyo a Ucrania debido sobre todo a cuestiones nacionalistas. No son pocos los políticos ultranacionalistas polacos que soñaban con aprovechar la delicada situación de la guerra para anexionarse territorio ucraniano.
El problema es que la jugada les salió bastante mal debido sobre todo a la competencia desleal que sufren los productores polacos por parte de las importaciones de productos ucranianos. Ante esta situación Polonia cambió radicalmente su postura respecto al apoyo a Ucrania, negándose a enviar más armamento y presionando a la UE para restringir las importaciones de grano ucraniano. Este giro radical generó un desencuentro diplomático, llegando Zelensky a acusar a Polonia de seguirle el juego a Rusia.
El que desde un principio se mostró contrario a que la UE se involucrase en el conflicto ruso ucraniano fue el presidente húngaro Viktor Orbán. Su figura ha sido la cabeza más visible de los países de la Unión contrarios a la decisión de la OTAN de mantener apoyo a Ucrania. Orbán ha insistido en reivindicar los intereses primero de Hungría y luego del resto de países de la propia UE, intereses que serían gravemente perjudicados si se tomaba un posicionamiento favorable a Ucrania. Desde luego parece que el tiempo le ha dado la razón a Orbán.
Curiosa ha sido la actuación de Francia desde el comienzo del conflicto, Macron ha mantenido una posición bastante ambigua llegando incluso a sentarse en la mesa con Putin. El líder galo ha sido muy criticado por el régimen de Kiev y por sus homólogos bálticos; sin embargo, tiene sentido la posición de Francia si se hace un profundo análisis. La intencionalidad de Macron detrás de esa ambigüedad es la de acercar la toma de decisiones de la OTAN hacia Europa en lugar de hacia Estados Unidos e Inglaterra.
Francia es la única potencia nuclear de la UE y tiene además el mayor ejército de ésta, por tanto sería el principal actor en un escenario de mayor toma de decisiones en la OTAN dentro de los países de la UE, un factor clave para sus intereses. A Francia la guerra de Rusia y Ucrania en cierto modo le trae sin cuidado, ya que no dependen del gas ruso –Francia tiene un potente sector de centrales nucleares– ni tienen ningún tipo de interés en el este de Europa.
El país galo tiene actualmente su mirada puesta en África, más concretamente en el Sahel donde ha perdido su influencia colonial en países como Mali o Burkina Faso, en ocasiones en favor de la propia Rusia. Por otro lado, el gran problema al que se ha tenido que enfrentar Francia es a la acogida de 100.000 refugiados ucranianos. Este hecho supuso un coste de 500 millones de euros anuales, además de incrementar aún más el enorme problema que tiene actualmente Francia producto de las políticas migratorias aperturistas.
La Europa de las crisis migratorias
A un escenario donde los problemas fruto de la guerra pesan, afectando de manera devastadora al resto de países del continente, hay que sumarle también los problemas derivados de las políticas migratorias aperturistas por parte de la mayoría de países de la UE. Después de décadas de recepción de inmigración masiva las consecuencias ya son más que notables y países como Suecia empezaron este último año a tomar medidas drásticas.
La situación en el país escandinavo se tornó insostenible en los últimos años, pasando de ser uno de los países con menos criminalidad a encabezar el récord de violencia armada de la UE, fruto ello de las bandas armadas de origen inmigrante. El gobierno sueco de coalición se ha visto obligado ante esta situación a usar al ejército para intervenir en estos conflictos que asolan los barrios suecos más humildes.
Similar es la situación de Francia, país con enormes problemas de altercados de bandas donde además en algunos barrios las leyes nacionales ni siquiera se cumplen. En múltiples barrios franceses la policía carece de medios para intervenir y hay testimonios de que en estas zonas «No-Go» se ha implementado la «sharía» o ley islámica como forma de ley comunitaria.
Hace apenas dos semanas se publicaban una serie de medidas de disuasión por parte del gobierno francés para evitar en cierto modo la llegada de más migrantes. Estas medidas de corte moderado han sido calificadas por múltiples organismos como insuficientes, ya que la situación en Francia exige medidas mucho más drásticas para acabar con un problema que en el tiempo podría llegar a no tener solución.
Curiosa es la situación de Alemania con el partido izquierdista Die Linke al borde de su muerte política después de la escisión encabezada por la diputada Sarah Wagenknecht. Esta escisión se debe al hartazgo de Wagenknecht y otros miembros de Die Linke al ver la deriva aperturista de sus excompañeros de partido, quienes, lejos de tomar medidas contra la inmigración masiva, mantenían una política de acogida, ignorando completamente la insostenible situación de Alemania en materia migratoria.
Sarah Wagenknecht quien ahora encabeza el partido BSW apuesta por una política de fuerte corte socialista combinada con una posición antinmigración. Esta novedosa postura está llamando fuertemente la atención de los sectores más obreros del país germano y se prevé en encuestas un potente crecimiento de la formación.
Por otro lado, en la derecha alemana el partido Alternativa por Alemania (AfD) de corte nacionalista y conservador tiene según las encuestas una intención de voto del 23% para las próximas elecciones. En definitiva, todo parece indicar que el pueblo alemán está muy descontento con la situación migratoria.