La región del Cáucaso Meridional, una vez más, se encuentra en el epicentro de un conflicto geopolítico de creciente intensidad entre Armenia y Azerbaiyán. Este último mes ha evidenciado una escalada en las tensiones, con el corredor de Zangezur como piedra angular de las disputas.
Este corredor, surgido del acuerdo de alto el fuego de 2020, se propone para conectar Azerbaiyán con su enclave de Najicheván, atravesando la provincia armenia de Syunik. Azerbaiyán aspira a un corredor sin presencia de controles armenios, lo cual es interpretado por Armenia como una amenaza directa a su soberanía y seguridad nacional. La relevancia estratégica de esta ruta no solo se centra en la conectividad territorial, sino también en la proximidad de la frontera con Irán, un aliado regional crucial para Armenia.
Irán ha respondido con una postura firme, desplegando alrededor de 50.000 soldados en su frontera con Armenia, marcando su oposición a cualquier cambio territorial que menoscabe la integridad de Armenia. Este despliegue no solo es una señal a Turquía y Azerbaiyán, sino también un intento de Irán por mantener el «statu quo» regional. Además, Irán ha propuesto el «formato 3+3» para abordar las disputas, involucrando a Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Turquía, Rusia e Irán en un proceso diplomático.
La situación se ha agravado con la instalación de un puesto de control vial azerbaiyano en el corredor de Lachín, el único enlace que une a Armenia y Nagorno Karabaj. Armenia ha interpretado esta acción como una violación del acuerdo de alto el fuego de 2020, aumentando el riesgo de un resurgimiento de las hostilidades. En este contexto, Estados Unidos ha intervenido para facilitar un diálogo entre las partes. Bajo la égida de Antony Blinken, secretario de Estado estadounidense, se han iniciado conversaciones de paz, aunque sin resultados concretos hasta la fecha.
La escalada del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán no solo pone en peligro la estabilidad regional, sino que también tiene implicaciones más amplias. Rusia, tradicionalmente aliada de Armenia y mediadora en el conflicto, se encuentra actualmente inmersa en la guerra con Ucrania, lo que limita su capacidad de intervención. Esto ha abierto una ventana de oportunidad para Azerbaiyán, respaldado por Turquía, para presionar por sus objetivos estratégicos, incluyendo el corredor de Zangezur.
El conflicto en Nagorno Karabaj, una región montañosa poblada principalmente por armenios, ha sido un punto de fricción entre Armenia y Azerbaiyán durante décadas. La reciente escalada amenaza con desestabilizar aún más una región ya cargada de tensiones históricas y políticas.
El papel de Turquía en el conflicto ha sido crucial, tanto en términos de apoyo político a Azerbaiyán como en términos militares. La victoria de Azerbaiyán en la guerra de 2020 fue en gran medida atribuida al uso de drones turcos Bayraktar TB2, un símbolo de la creciente influencia de Turquía en la región. Esta victoria ha cambiado la dinámica de poder en el Cáucaso Meridional, desafiando la tradicional esfera de influencia de Rusia y abriendo la puerta a nuevas alianzas geopolíticas.
Por su parte, Armenia, enfrentando esta nueva realidad, ha comenzado a buscar un acercamiento con la Unión Europea y Estados Unidos, en un intento de equilibrar las fuerzas en juego. Sin embargo, la dependencia histórica de Armenia hacia Rusia, especialmente en términos de seguridad, sigue siendo un factor significativo. La debilidad de Rusia en el Cáucaso, exacerbada por su involucramiento con Ucrania, ha dejado un vacío que otras potencias regionales están ansiosas por llenar.
La situación actual en el corredor de Zangezur es una representación de un conflicto más amplio que va más allá de las fronteras de Armenia y Azerbaiyán. La región se ha convertido en un tablero de ajedrez geopolítico donde grandes potencias como Rusia, Turquía, Irán y ahora Estados Unidos están jugando sus fichas. El corredor, en este sentido, no es solo una vía de tránsito, sino un símbolo de las ambiciones y miedos de las naciones involucradas.
La guerra en Nagorno Karabaj y la disputa por el corredor de Zangezur han puesto de relieve la complejidad de los conflictos étnicos y territoriales en la era post soviética. Las heridas históricas, los intereses nacionales y las ambiciones geopolíticas se entrelazan en un escenario que, sin una gestión cuidadosa y un compromiso genuino hacia la paz, amenaza con desencadenar una escalada de violencia con consecuencias impredecibles para la región y más allá.