El pasado mes de febrero se llegó a un acuerdo nunca visto en el norte de Irlanda. Este acuerdo conlleva la cesión del liderazgo de la región al partido victorioso de las últimas elecciones del Norte de Irlanda, el Sinn Fein, un partido nacionalista irlandés y católico.
Nunca en su historia los nacionalistas habían ganado las elecciones, y por primera vez superaron al voto protestante que se está viendo estancado en una posición de declive electoral, debido a que las clases medias protestantes se estaban cambiando de bando hacia el partido «no alineado» que únicamente persigue la paz religiosa.
Los radicales protestantes se han negado a formar gobierno durante meses y el cierre del Parlamento ha dejado a la región sin inversiones millonarias. Esta posición intransigente de los unionistas se debe a que siempre han mantenido la posición de primer ministro del Norte de Irlanda y parecía impensable que un partido político abiertamente secesionista pretendiese el puesto.
Pero el Sinn Fein se ha ido moderando estos últimos años para no solo poder ganar elecciones en el norte y renegar de su pasado de los provos (es decir, el IRA) sino también en la república en sí, para así gobernar toda la isla con vistas en la unificación, objetivo perseguido desde el primer momento.
Esta estrategia parece que está funcionando ya que todas las encuestas apuntan hacia una victoria del Sinn Fein en las elecciones del 2025, siendo así la primera vez que un partido diferente a los del establishment –y abiertamente nacionalista- pueda gobernar el Ulster.
Parece que el futuro de la región está sellado, viéndose como inevitable la reunificación con el sur. Los unionistas no han podido justificar su necesidad de renunciar a la colaboración con el Sinn Fein y parece ser que si hubiera elecciones el día de mañana, el DUP sufriría un descalabro político. Pero, aunque el Sinn Fein logre unificar la Isla, de forma democrática, los protestantes nunca aceptarían el mandato de Dublín, por lo cual se les tendrían que ofrecer grandes concesiones para que lleguen a aceptar ese escenario.
Muchos irlandeses no creen que la Unificación ocurrirá esta década, ni en la siguiente. El efecto del imperio británico ha marcado a los isleños durante años y sus efectos se ven hoy en día, pasando por su peor momento durante The Troubles, momento en la historia que nunca será olvidado. Miles de ciudadanos fueron masacrados por ambos bandos y no hubo impunidad ni respeto hacia los enemigos, consecuencia que se nota aún hoy en día caminando por los barrios de Belfast. Además, se cree que los protestantes se están volviendo a radicalizar, persiguiendo la lucha armada debido al abandono del gobierno de Londres, y a causa del terreno que va ocupando la República Irlandesa.
Nadie sabe como van a desencadenarse hechos, pero podemos ver como antiguos tabúes se están rompiendo, empezando por la consolidación de un ministro nacionalista en el Norte de Irlanda y siguiendo con el Sinn Fein obteniendo el gobierno en el sur, y como los ciudadanos de la Isla exigen cambios estructurales en la gobernanza del país.
La gente quiere una solución radical tanto a la cuestión nacional como a la social y –como evidencian los resultados electorales– muchos ven al Sinn Fein como la solución. Esta coalición de nacionalistas irlandeses, socialdemócratas y antiguos miembros de Fianna Fail podrá dar a luz a un cambio político, pero el fracaso de poder unificar el país y de arreglar la creciente división social podrá dar lugar a nuevas fuerzas políticas que cosechen el descontento.
Estas probablemente vendrían de la derecha radical Irlandesa –que hasta ahora no habían surgido–, pero con el problema migratorio, las políticas hiper progresistas del gobierno del sur y el descontento nacionalista, el espacio político que ofrezca soluciones a estos problemas queda huérfano y a la espera de un ocupante.