La Guardia Civil está investigando a una persona que supuestamente habría expoliado hasta 553 piezas arqueológicas de diferentes épocas en Castrejón de Trabancos (Valladolid) con la ayuda de un detector de metales. Este robo al patrimonio arqueológico se produjo alrededor de todo el municipio, afectando a los once yacimientos catalogados.
Entre los objetos usurpados, los arqueólogos del Servicio Territorial de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Castilla y León de Valladolid han constatado la presencia de puntas de flecha, botones, anillos, hebillas de cinturón, monedas, munición, fíbulas y otros materiales de valor histórico-arqueológico con dataciones aproximadas desde el 2500 a. C. hasta el siglo XVII.
Lejos de ser una buena noticia, pues se destapan yacimientos y se encuentran elementos del pasado, o al menos esos son los argumentos de los expoliadores, el descubrimiento de utensilios arqueológicos por estos aficionados lo que hace es destruir ese tiempo pretérito, imposibilitando su correcto estudio. Más dañino es, por supuesto, cuando se realizan estas acciones con el propósito de “encontrar tesoros” para guardarlos en una casa o para venderlos por internet, muchas veces alegando que son propios o que han llegado a sus manos de formas legales. La realidad es que esta gente lo que hace es un robo al patrimonio nacional y, por tanto, a todos los españoles en su conjunto.
Resulta curioso lo usual que es encontrarnos con artículos periodísticos dando voz o, por lo menos, normalizando a los conocidos como detectoristas o “piteros”. Algunos incluso con miles de seguidores en las redes sociales, que incentivan a cometer este delito de atentado contra el patrimonio arqueológico español.
Estos detectoristas se dedican a usar los detectores de metales para hallar diversos objetos de valor arqueológico incalculable. Hay que recordar que el uso de los detectores está prohibido a menos que se cuente con un permiso de la administración competente, muy complicado de conseguir por los arqueólogos profesionales dependiendo la región española y dependiendo del tipo de yacimiento.
Es común ver a estos “piteros” llamarse arqueólogos aficionados y esgrimir opiniones contra los arqueólogos profesionales e, incluso, justificarse con que, a veces, entregan a los museos sus hallazgos. Pero, ¿sirve esto para algo? Pues lo cierto es que no, la pérdida de información y el destrozo que sufre el yacimiento es irrecuperable y, aunque el objeto en sí sea muy bonito, el contexto que se ha arrasado es mucho más importante.