En España el divorcio se instauró en 1981, y ya en 2014, se desvelaron cifras que señalaban que el porcentaje de divorcios superaba el 60%. En la década siguiente, el número de divorcios ha ido disminuyendo en número de forma nimia. Para explicar realmente el aumento porcentual en el tiempo, hemos de señalar otros factores, como la tasa de nupcialidad y cómo esto afecta a los hijos de padres divorciados.
En el año 2019 se registraron 91.645 divorcios y 161.389 matrimonios, mientras que, en el año siguiente, en 2020, tuvieron lugar 77.200 divorcios y tan solo 87.481 matrimonios. Dos años después, en 2022, las cifras fueron 84.551 entre separaciones, divorcios y nulidades, y 179.107 matrimonios, de los que 146.038 fueron de personas con nacionalidad española. Estos datos muestran que, en la última década, la tendencia de divorcios aún supera el 50%. También existen las parejas de hecho, pero, a día de hoy, no podemos deducir la proyección que tendrán en el tiempo.
Los hijos de padres divorciados obtienen un menor rendimiento escolar debido a los daños afectivos y formativo-educativos. Esto se traduce en un menor poder adquisitivo en su adultez, al igual que tienen el doble de posibilidades de sufrir trastornos psiquiátricos, gastrointestinales, genitourinarios, dermatológicos y neurológicos que los de familias nucleares, aparte de un mayor consumo de alcohol y drogas.
En 2022 nacieron más hijos de mujeres solteras que de casadas, por lo que cada vez más niños crecen en una familia monoparental, en las cuales la tasa de enfermedades psiquiátricas se multiplica un 2,1 en niñas y un 2,5 en niños. Además, los suicidios o tentativas son 2 veces más frecuentes en chicas y 2,3 veces más en chicos; el abuso del alcohol aumenta un 2,4 en ellas y 2,2 en ellos; y, por último, el consumo de drogas es de 3,2 veces más en chicas y 4 más en los chicos.
En el resto del mundo, las cifras también son preocupantes. Países como Portugal, Bélgica, Finlandia, Ucrania, Rusia, Francia, Canadá, Italia, EEUU o Suecia, rondan una tasa del 50% o mayor, sin apreciarse tampoco ninguna mejora notable en el tiempo. Por lo que nos muestran las estadísticas, las sociedades occidentales son las que más padecen este problema, que es prácticamente un fenómeno global en ellas.