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El control de precios suizo consigue frenar la inflación

La intervención estatal en el sector energético junto a otras medidas ha conseguido mantener a Suiza como una de las economías menos perjudicadas por la inflación en Europa.

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Desde la reciente crisis de la COVID-19, las economías de todo el mundo han atravesado un periodo inflacionario completamente desbocado. Tanto es así, que aún tres años después de la llegada de la «nueva normalidad», aún no se ha conseguido domar completamente el alza de precios.  Si nos ceñimos únicamente a los datos de inflación del índice de precios del consumidor desde 2018 a 2022, veremos cómo otros países de la eurozona como: Austria, Países Bajos o Finlandia han experimentado altas tasas inflacionarios de entre el 10,75%, 10,74% y 10,51% respectivamente.

 

En medio de esta coyuntura global, sorprende el caso de una economía habitualmente referenciada por economistas liberales; hablamos de Suiza, un país que ha conseguido controlar la inflación posicionándose como una de las más bajas de Europa. 

 

Según datos de la OCDE la tasa de crecimiento anual del IPC de los alimentos de Suiza fue bastante menor a la del resto de países europeos. Concretamente: un 1,66% frente al 13,16% de la media de la OCDE; entrando en casos particulares, podemos citar a Italia, que alcanzó el 9,14%;  Francia, un 7,28%;  Austria, un 10,75%; y Alemania, un 12,56%.

 

Incluso si analizamos el ejercicio del año 2022, y considerando la crudeza del conflicto en Ucrania, que incrementó considerablemente los precios de la energía y los alimentos en Europa, a pesar de ello, Suiza consiguió seguir saliendo bien parada. Atendiendo a las tablas mensuales de la OCDE, podemos ver cómo en junio el IPC suizo era del 1,3% frente al 5,6% de la OCDE, el 2,7% del G7 o 3,4% de España. El de los alimentos fue del -0,3% mientras el conjunto de la OECD marcaba un 4,7%. 

 

Puestos los datos sobre la mesa, es necesario entender qué medidas ha impulsado Suiza para controlar la inflación galopante de los últimos meses. Para ello, debemos remontarnos a la época de salida de la última gran crisis sanitaria. Por aquel entonces, tanto los cuellos de botella derivados de la pandemia (recordemos la crisis de un comercio marítimo colapsado), como la tan comentada guerra de Ucrania produjeron una crisis inflacionaria global. Detrás de este problema se encuentra la subida de precios de los hidrocarburos y la propia energía, esencial en la producción de cualquier tipo de producto. Además, el conflicto bélico de la Europa del Este perjudicó la producción de alimentos con la que hemos visto incrementar drásticamente la cesta de la compra. 

 

Desde el Banco Central Europeo (BCE) se apoya esta tesis, con un estudio que atribuye la contribución a la inflación medida por el IAPC en el área del euro debido al alza del precio de las energías. Este sector es especialmente sensible debido a que para producir cualquier tipo de bien de consumo es necesario disponer de un suministro energético importante. Por tanto, ¿cuál sería la mejor manera de menguar la crisis inflacionaria? Pues una receta tan polémica como es el control de precios, a través de la fijación de estos costes, han conseguido que esta subida no arrastre al resto de la economía. Tanto es así, que según datos de Eurostat, Suiza es el país que, en proporción, regula más precios de bienes de consumo de toda Europa.

 

Además, hay que comprender que los precios en Suiza ya son elevados al menos comparativamente al del resto de estándares europeos debido a sus altos salarios y los elevados costes logísticos. En palabras del doctor en economía Thomas Schwab, del grupo de reflexión alemán Bertelsmann Stiftung: «Un mayor nivel general de precios en Suiza mitiga la variación relativa del precio de productos básicos, como el plátano, comparado con lo que sucede en países en donde los precios suelen ser más bajos». 

Por último, es necesario analizar cómo funciona es el sistema arancelario del país helvético, fijado completamente en términos variables y no fijos; es decir, que se ajusta al nivel de producción nacional. Esto puede ayudar a mitigar diversos cuellos de botella: «En tiempos de abundancia, los aranceles se fijan en niveles elevados, un mecanismo que funge como amortiguador ante las fluctuaciones de los precios internacionales. En contrapartida, cuando los precios mundiales suben (porque hay escasez de productos), los aranceles se ajustan a la baja», explica Schwab.

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