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Algo se mueve en Galicia: votos, alianzas y personajes

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En Galicia ya están próximos a transcurrir los 4 años desde las bizarras escenas de votaciones en medio de una pandemia, que dieron como resultado a un parlamento autonómico legitimado por menos de la mitad de la participación total estimada. Y aunque podríamos calificar al panorama político gallego como uno de los más predecibles e insulsos del país, tratemos de hacer un repaso a la situación electoral de la Comunidad Autónoma.

El jueves día 21 de diciembre, Alfonso Rueda anunciaba que las elecciones autonómicas gallegas serán el 18 de febrero. Se ha interpretado este adelanto como una fórmula que beneficiaría a los actuales regentes del bastón de mando autonómico, el Partido Popular. Ya que la partida de Alberto Nuñez Feijoo no ha supuesto ninguna disrupción significativa para los populares, siendo sustituido por un personaje aún más gris y provinciano, Alfonso Rueda. 

A esto se suma que aunque la demografía es un factor que juega en su contra, la amplia red caciquil detentada por el partido fundado por Fraga Iribarne aún sigue gozando de buena salud y sigue siendo operativa electoralmente, sobre todo en lo que respecta a las provincias orientales, más envejecidas y despobladas que el eje occidental, más urbanita y dinámico. 

Quizás podríamos citar como único traspiés la obligada baja del cacique mayor de Ourense, Manuel Baltar, ya que los escándalos y arbitrariedades del mismo resultaron excesivos incluso para el Partido Popular. Además este suceso se ha visto contrarrestado por las recientes movilizaciones en contra de la amnistía, demostrando así que para el PP la fórmula de españolismo con tintes folclóricos les sigue siendo de gran utilidad. Por lo tanto, con respecto a la primera fuerza parlamentaria, todo parece que volverá a revalidar la gobernanza, ya que, como veremos a continuación, el consiguiente desgaste a todo ejercicio de gobierno no es el suficiente para ser aprovechado por la estrambótica oposición a los populares. 

Tras el batacazo de 2020 que le supuso al PSOE convertirse en 3ª fuerza parlamentaria, el escenario no ha cambiado demasiado para ellos. Previamente debemos entender que se trata de un ente electoral carente de militancia de base, por lo que en lugares como Galicia, donde las principales estructuras democráticas susceptibles de «ser influenciadas» están copadas por el PP, les resulta especialmente difícil desplegar sus habituales formas de actuar. 

A esto se le suma la división interna, resuelta esta a favor de un personaje totalmente carente de carisma y preparación como José Ramón Gómez Besteiro, cuyo único logro que se le conoce, de dudosa calidad, es ser el primero en usar el gallego en el parlamento nacional. En resumen, cuesta creer que un mero títere de Pedro Sánchez pueda tener un papel honorable en los comicios que se avecinan, siendo poco probable que escale hasta el segundo puesto, a lo que se le suma el evidente descontento que la gestión del PSOE provoca a nivel nacional, sobre todo a raíz de los recientes pactos electorales.

Y pasando a la segunda fuerza, nos encontramos con el Bloque Nacionalista Gallego, con Ana Pontón al frente. En los ambientes más pro-nacionalismo han comenzado a fantasear con la idea de reeditar el tripartito de los años 2005-2009, siendo la misma retórica desplegada en los anteriores comicios del 2020. Por lo que se aprecia, parece que en el apartado electoral los nacionalistas siguen las mismas máximas que su particular interpretación de la biología de los sexos: «querer es poder». 

Más allá de estos chascarrillos, resulta difícil creer que Ana Pontón pueda convertirse en la primera presidenta de Galicia. Debemos reconocer que, al igual que con otras fuerzas nacionalistas como Bildu, ha crecido la simpatía por las soluciones particularistas a los problemas y retos nacionales. Sin embargo, el techo electoral del BNG es bajo, ya que existe un sector del nacionalismo más ligado al ámbito laboral y sindical que no acabó de ver con buenos ojos las amables palabras que Pontón tuvo hacia la corporación Inditex en una visita a sus instalaciones en Arteixo. 

Pero ante la inoperancia del PSOE u otras fuerzas políticas, este sector se mantendrá fiel en su «disciplina de voto». Pero el grueso de los votantes de Pontón se encuentra sobre todo en el ámbito del feminismo, siendo casi el único punto programático con el que podamos identificar a la líder del Bloque. Sin embargo ese campo también tiene unos márgenes muy delimitados, creando bastante rechazo entre el resto de la sociedad.  

Ya en un ámbito más marginal, quedaría todo el espectro conocido vulgarmente como «a la izquierda del PSOE». Resulta difícil creer en la conformación de una coalición que aglutine a todas las fuerzas de este espectro, e incluso de darse este caso su repercusión electoral podría seguir siendo nula. Debemos recordar que la marca de Podemos para la comunidad, «Galicia en común», no consiguió representación parlamentaria en 2020

La única novedad desde entonces ha sido la emergencia del conglomerado Sumar, produciéndose recientemente rumores de que se pretendía presentar a Ángela Rodríguez Pam como cabeza de lista. En declaraciones extraoficiales de simpatizantes de Sumar se comenta que ella estaría dispuesta y con ánimo de «comerse» Galicia, pero no hemos conseguido contrastar dichas afirmaciones.

En este punto se preguntarán por una ausencia sonada, y es que Galicia es el único parlamento autonómico en el que Vox no tiene representación. Incluso se ha dado la curiosa situación en la que Miguel Tellado, vicesecretario de Organización del PP, le ha solicitado que no se presente a las elecciones, afirmando «No hagamos el idiota». Estas declaraciones tienen relación con la posibilidad de que Vox le robe votos al PP sin conseguir luego representación parlamentaria para coaligarse. 

Y es que Vox no consigue arrancar en Galicia, y las recientes movilizaciones contra la amnistía así lo evidencias, siendo entre 8 y 10 personas el mejor día ante la sede provincial del PSOE de Ourense, y rondando una media de 70 años en la concentración que Revuelta convocó en su día en Vigo. Quizás una de las causas de su escaso éxito es que parecen más preocupados en que existan carteles donde se recojan topónimos en gallego que en hacer su típica demagogia sobre problemas reales de los gallegos.Y a todo este panorama le pone la guinda un personaje «made in Galicia», el estrambótico regidor de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, al cual las promesas sobre coaliciones electorales no cumplidas y los numerosos escándalos parecen no afectarle, y de conseguir unos 18.450 votos como en las municipales, podría ser determinante para la gobernabilidad de la Xunta de Galicia. Resultaría curioso –o más bien surrealista– como siendo el BNG el grupo que más desea ser el nuevo «procesista chantajista» a nivel nacional, este deshonroso papel podría ser replicado con éxito a escala autonómica por el alcalde de Ourense.

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