El 20 de marzo de 2003, una coalición encabezada por Estados Unidos y conformada principalmente por España y Reino Unido, declararon la guerra a Irak bajo la justificación de una supuesta tenencia ilícita de armas de destrucción masiva por parte del país de oriente medio. George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar, presidentes de los países beligerantes nombrados anteriormente, fueron los protagonistas de este conflicto.
A los pocos días de que explotara el conflicto con el bombardeo aéreo y marítimo sobre los principales objetivos iraquíes y se diera la primera entrada de fuerzas occidentales (principalmente americanas) desde Kuwait, los principales medios de comunicación internacionales enviaron prensa para documentar aquella contienda.
La invasión se desarrollaba sin presentar demasiadas complicaciones para las fuerzas occidentales, que se adentraban a paso forzoso en el árido desierto iraquí. Los americanos desde el este; británicos, españoles e italianos desde el oeste y el sur, y kurdos desde el norte.
Para marzo de 2003, Bagdad estaba prácticamente sitiada y caería unas semanas más tarde. Una gran parte de la prensa occidental (Informativos Telecinco, CNN…) se encontraba en el hotel Palestina. Situado a las afueras de la capital iraquí, a orillas del río Tigris y muy cerca de uno de los puentes de acceso a la ciudad. El 8 de abril de 2003, con la ciudad prácticamente rendida, según Jon Sistiaga en una entrevista para ‘The Wild Project’: <<Allí no quedaban ni diplomáticos siquiera, sólo periodistas>>. Así lo afirmaba el periodista español, que en esos momentos cubría el conflicto en ese lugar junto a José Couso.
Ambos españoles se encontraban en la decimocuarta planta del ya mencionado hotel Palestina, mientras que, simultáneamente, una columna de tanques americanos avanzaba con el objetivo de tomar la ciudad. Estando a unos 1.700 metros de la localización del hotel, un tanque modelo M1 Abrahams abrió fuego contra una estación del medio catarí ‘Al Jazeera’ y posteriormente cambió la dirección del cañón hacia el hotel en el que se encontraba transmitiendo en directo desde la azotea del edificio un periodista ucraniano llamado Taras Prostyuk, que trabajaba para la agencia de información Reuters.
José Couso, que se encontraba allí filmando la escena, pudo observar la rotación que el tanque había llevado a cabo. En ese momento, se comentó entre la prensa que era imposible que dispararan contra ellos, ya que la coalición, por medio del Gobierno español, estaba enterada de su posición. Se insinuó que probablemente estarían fijando como objetivo a fuerzas especiales que estarían próximas al edificio o incluso identificando francotiradores. Cuando, en un momento determinado, lo inesperado ocurrió. El tanque abrió fuego dejando múltiples heridos tras el impacto y causando la muerte del periodista ucraniano.
Uno de los heridos más graves a causa del ataque fue el cámara español, al cual tuvieron que trasladar al Hotel San Rafael de Bagdad, donde finalmente fallecería durante la intervención. José Couso falleció así el día 8 de abril de 2003 a la edad de 37 años dejando a su esposa viuda y a sus dos hijos huérfanos de padre.
La noticia fue un duro golpe para el pueblo español ante la popular posibilidad de que hubiera sido un crimen de guerra intencionado. Un acto de fuego amigo. Hubo manifestaciones, protestas y se evidenció que la ciudadanía española estaba sedienta de justicia y exigía una versión clara de los hechos, ya que todo apuntaba a que no fue un accidente y de hecho el propio Pentágono reconoció la autoría del ataque alegando que los soldados que dispararon contra el hotel, al mando del sargento Thomas Gibson, estaban respondiendo a fuego enemigo.
Por otro lado, otra teoría que tuvo mucha fuerza fue la del CPJ (Comité para la Protección de los Periodistas) que apuntaba a que el bombardeo del hotel, aunque no fue deliberado, sí era evitable, ya que los comandantes estadounidenses sabían que los periodistas estaban presentes en el hotel y tenían la intención de no atacar.
Se han intentado enviar diferentes demandas judiciales a diferentes organismos internacionales desde entonces, destacando la del Juez Pedraz en 2005. Lamentablemente, a día de hoy nadie se ha sentado en el banquillo de los acusados y todavía no hay una versión oficial de los Estados Unidos que reconozca el crimen de guerra.